Vivir consiste en elegir opciones y decidir qué vamos a hacer con ellas, con libertad y responsabilidad. Podemos elegir que nos guíe la preocupación, en la cual no podemos cambiar nada solo optar por no darle protagonismo, o poner el foco en aquello en lo que sí que tenemos margen de maniobra y depende de nuestras acciones.
Daniel Kahneman, premio Nobel de economía en el 2002 y uno de los fundadores de la Economía del Comportamiento, demostró que nuestro cerebro tiene dos vías con las cuales tomamos las decisiones. Una vía más rápida, intuitiva y emocional y otra vía más lenta, las decisiones más difíciles que suponen esfuerzo y son más racionales. Estas últimas tendemos a posponerlas y en ocasiones son las grandes olvidadas que quedan desatendidas. De una forma u otra somos responsables de nuestras decisiones y es algo que no podemos obviar.
El tiempo es limitado, solo hay 24 horas en un día, y es necesario saber gestionar nuestras decisiones si deseamos ser eficientes y productivos en nuestra vida laboral, así como sentirnos calmados y felices en lo personal, algo que aumentará nuestra calidad de vida.
Si nos centramos en lo que podemos elegir, hay que distinguir entre urgente e importante para gestionar nuestro tiempo. Por ejemplo, el exdirector de Apple, Steve Jobs, automatizó su vestuario. Siempre llevaba un jersey de cuello alto negro, vaqueros y deportivas. Él decidió eliminar todas las decisiones irrelevantes posibles para mejorar su productividad y centrarse en lo que de verdad le importaba.
Muchas veces somos presa de los denominados “ladrones de tiempo”, que nos roban las horas que podríamos estar usando en otras actividades más productivas pero que requieren un esfuerzo y voluntad mayor.
Cada uno de nosotros es una gran obra de arte, y aunque somos de un material de primera calidad, éste es frágil, requiere mantenimiento y algo de brillo.
Es importante que identifiquemos qué es lo que nos hace perder el tiempo. Por ejemplo, pasar más horas en la empresa no significa ser más eficiente o productivo. Las redes sociales, el WhatsApp, el teléfono o el correo electrónico son algunas de las principales causas que nos llevan a invertir hasta cuatro horas diarias de nuestro tiempo. Da un poco de vértigo ¿no?
Pero hay un problema, a veces no sabemos qué son las cosas importantes. “Ningún viento es favorable para el que no sabe a dónde va” dijo Séneca. Pensamos que queremos una cosa y al cabo del tiempo nos damos cuenta de que realmente no queríamos eso.
Cada uno de nosotros es una gran obra de arte, y aunque somos de un material de primera calidad, éste es frágil, requiere mantenimiento y algo de brillo. Para no estropearlo tenemos que tomar decisiones apropiadas y aquí entra en juego la libertad y la voluntad.
Muchas veces decimos: soy libre, puedo hacer lo que me apetezca. Aunque lo decimos como una frase más sin importancia, la libertad no significa hacer lo que a uno le venga en gana. Decidir bien consiste en saber lo que queremos conseguir y a dónde queremos llegar. De esta forma, escogeremos la acción que nos llevará a conseguirlo, aunque sea difícil o no nos apetezca.
Para saber lo que queremos y a dónde vamos es fundamental que tengamos nuestra escala de valores bien definida. Cuando tenemos esto claro, nuestras decisiones se vuelven mucho más fáciles.
Una vez claros nuestros valores y metas, debemos priorizar para asegurarnos de que invertimos nuestro tiempo en las cosas más importantes. Para concretarlo, añadiremos una lista de posibles acciones para cada valor y a continuación, las convertiremos en objetivos semanales, mensuales o anuales, depende de cada uno.
Tener valores y decidir en base a ellos suena fácil y debería ser natural vivir de acuerdo a ellos, ya que en teoría es lo más importante para nosotros, pero la realidad no es así del todo. Ejercer bien la libertad requiere conocer la verdad: conocerse a uno mismo y conocer el entorno. Ejercerla mal es muy fácil porque es una decisión que solemos posponer y a la que no le damos prioridad. Si uno no conoce la verdad, difícilmente puede escoger lo que es bueno. Hay mucha gente que le tiene miedo a la libertad y elude responsabilidades. Todos conocemos a alguien que prefiere que se les diga lo que tiene que hacer y así no tiene que enfrentarse a tomar decisiones y a equivocarse.
Tener valores y decidir en base a ellos suena fácil y debería ser natural vivir de acuerdo a ellos, ya que en teoría es lo más importante para nosotros, pero la realidad no es así del todo. Ejercer bien la libertad requiere conocer la verdad: conocerse a uno mismo y conocer el entorno.
Para rizar más el rizo lanzo un planteamiento que va más allá, elegir apelando a nuestra libertad no significa que hayamos escogido bien, puesto que ejercer la libertad entraña una gran responsabilidad. Una vez tomada la decisión, las consecuencias nos vienen dadas, no las podemos escoger. Eso sí, tengamos la tranquilidad de que la decisión perfecta no existe. Aspirar a la perfección es innecesario y a menudo tiene un precio, ocupa un tiempo que podemos invertir en otras cosas.
Ser consciente de las repercusiones y consecuencias de nuestras decisiones, supone tomar las riendas de nuestra existencia. Si somos fieles y constantes a nuestro proyecto vital, adaptándonos a las circunstancias que escapan de nuestro control pero con una brújula que nos guíe, conseguiremos la paz en la que puede descansar nuestra felicidad.
Tomar decisiones para no ser víctimas de las circunstancias, acostumbrarnos a estar centrados y en calma hace que nos aferremos con fuerza a nuestros objetivos y relativizamos las preocupaciones que escapan de nuestro control.
Centrémonos en las cosas en las que vamos a dedicar tiempo y energía. No tengamos una mirada miope sino profunda. Vamos a ponernos a prueba, salgamos de nuestra zona de confort y sigamos evolucionando. No hay nada como buscarse nuevas metas para sentirse vivo.
El hecho de ver que cumplimos con proyectos, objetivos y tareas diarios nos proporciona una gran satisfacción. Ver que respetamos los plazos y superamos las expectativas es un factor altamente motivador, no hacerlo conduce al agotamiento.
Una adecuada gestión del tiempo nos permitirá tener más oportunidades para disfrutar de nuestros hobbies, hacer deporte, pasar tiempo con la familia o quedar con amigos. Este tiempo de calidad no tiene precio y es muy importante para nuestro bienestar físico y emocional. Nosotros elegimos si ser los protagonistas de lo que vivimos o simples espectadores, tomemos las riendas.
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