Los pintores vinculados al impresionismo pasaron a formar parte del canon artístico pero las mujeres quedaron relegadas a un segundo plano. El crítico Henri Focillon en 1928 las bautizó como “Las tres grandes Damas del impresionismo”. Son las francesas: Mary Cassatt, Berthe Morisot y Marie Bracquemond.
Pocos saben que la inspiración inicial de estas primeras pintoras impresionistas fue precisamente la intensa amistad entre artistas.
Degas tuvo una relación intima con la americana Mary Cassatt. Monet y Degas fueron grandes amigos de Marie Braquemond. Esta incluso acogió en su casa a Gauguin, en sus peores momentos, durante una larga temporada. Berthe Morrissot conoció a Manet copiando obras en el Museo Louvre y posó para él en muchos de sus cuadros.
En aquella época, las mujeres no tenían acceso a academias de arte, donde solo se permitía entrar a alguna modelo para posar. Si querían aprender dibujo y pintura, tenían que tomar clases privadas o hacerse copistas en el Louvre. Allí coincidían con otros artistas, lo que dio pié a que surgieran vínculos artísticos y personales.
Estas pintoras, semi olvidadas, vivieron una época dominada por creadores hombres, como ha ocurrido durante toda la historia del arte, desde el principio de los tiempos. A pesar de la oposición de sus familias y en contra del entorno social, ellas lucharon contracorriente en un mundo masculino, para conseguir convertirse en auténticas creadoras, y no simples pintoras de domingo. Hicieron del arte su pasión y el centro de su vida. Con gran tesón, llegaron a ser aceptadas para exponer en el Salón de Paris, organizado por la Academia de Bellas Artes. Era allí donde se definían las tendencias del mundo artístico. Solían seleccionar temas históricos en grandes formatos. Y lo que es mas importante, mas tarde mostraron sus obras en el Salon des Independents de los impresionistas, tras ser rechazadas por la Academia.
Al contrario de otros artistas, ellas no podían pintar al aire libre pues las mujeres solían permanecer en las casas. Así, más que por la naturaleza, se interesaron por la figura humana y muy especialmente, por su mundo privado: el universo femenino y la maternidad.
Las tres, Mary, Berthe y Marie, coincidieron en sus temas favoritos, concentrándose en captar la esencia de la mujer femenina y la dulce inocencia de la infancia, en un entorno íntimo y cotidiano. Pintaban niños y madres en actitudes cariñosas, casi siempre en el interior del hogar y solo algunas veces, en parques o jardines. Este es el primero de tres artículos dedicados a estas creadoras poco conocidas, las “Grandes Damas del Impresionismo”.
Mary Cassatt
Aunque era americana, es una gran excepción en la historia del arte, no solo por ser mujer, sino por ser extranjera. A pesar de eso, se le considera del grupo de los Impresionistas franceses. Vivió y pintó en Paris durante mas de 60 años. No fue aceptada en el Salon de Paris hasta que se hizo intima amiga de Edgar Degas. Se considera la única pintora americana conocida de su época y la primera en la historia.
Nació en 1845 en Allegheny (USA) en el seno de una familia acomodada. Su padre era banquero y su madre sofisticada y cultísima. Desde niña, le transmitieron la pasión por los viajes y la cultura. Aprendió idiomas y recibió clases de música y dibujo. Tuvo que luchar contra la oposición de su padre durante toda su vida para poder dedicarse de lleno a la pintura. Apoyada por su madre, entró como la alumna mas joven, con 15 años, en la Pennsylvania Academy of Fine Arts (1861-1865).
Insatisfecha con la enseñanza de las clases, tuvo la gran suerte de poder conocer por si misma, las obras de los grandes maestros del arte. Entre 1866 y 1874 viajó junto a su familia por varios países de Europa. Gracias a los negocios de su padre, Mary pasó su infancia y juventud viviendo en las principales capitales europeas. Tras visitar Londres, vivieron primero en París, luego en Berlin y después Italia. Mary descubrió el arte europeo y despertó una admiración especial por Velazquez y Rembrandt. Tras la experiencia visitando los mejores museos y, con grandes dotes de persuasión, Mary convenció a sus padres para quedarse en Paris a estudiar Arte. Desde su infancia, había sentido pasión por los antiguos maestros. Por fin podía verlos en directo. Para profundizar en sus obras, se hizo copista en el Museo del Louvre. Era la única forma de poder aprender ya que a las mujeres les estaba vetada la entrada como alumnas en la Academia de Bellas Artes parisina. Sólo se permitía la presencia de alguna modelo que posaba desnuda. Así que Mary aprendió como pudo con algunos artistas y copiando sus obras favoritas del Louvre. Tomó clases privadas con un académico de la época, el prestigioso pintor Jean-Léon Gérôme, uno de los protagonistas del primer movimiento “moderno”: el Romanticismo.
Tras vivir cuatro años en Francia, estalló la guerra franco-prusiana (1870) y para evitar el peligro, su padre le obligó a regresar a Estados Unidos. Allí volvió a vivir con su familia, que entonces residía en Filadelfia. Pero su padre continuaba resistiéndose a aceptar su vocación de pintora. Le financiaba sólo sus necesidades básicas, pero no los materiales pictóricos, que para colmo, eran muy difíciles de conseguir allí. Expuso un par de cuadros en una galería de Nueva York, donde tuvo buena crítica aunque no se vendió ninguno. Se trasladó a Chicago para probar suerte, pero perdió varias pinturas en el gran incendio de 1871. Recibió un encargo del arzobispo de Pittsburgh para realizar dos copias del italiano Correggio en Parma (Italia). Por fin pudo regresar a Europa y pasó ocho meses en Parma, estudiando a antiguos maestros, entre otros, Correggio y Parmigianino. Tras regresar a Estados Unidos, comenzaron a cambiar sus perspectivas. Por fin pudo exponer y vender sus primeros cuadros.
Durante un nuevo viaje a Europa en 1873, quiso conocer España y pasó un tiempo en Madrid y Sevilla. Realizó interesantes cuadros de temas españoles y en el Museo del Prado, se enamoró de la obra de Velazquez. Gracias a su viaje por España, y luego por Bélgica y Holanda pudo copiar y profundizar en el estudio de sus artistas mas admirados: Velázquez, Rubens, Rembrandt y Franz Hals.
En 1874, Mary Cassatt se instaló en Paris, donde comenzó a presentar sus obras regularmente en los Salones. Edgar Degas la invitó a unirse al grupo de los impresionistas. Llegaría a exponer en cuatro de sus ocho exposiciones, siendo la única artista americana.
Su técnica y estilo mejoraron notablemente, gracias al conocimiento de los grandes maestros que adquirió visitando los principales museos europeos. También se inspiró aprendiendo con las enseñanzas de su entonces maestro, el impresionista de fama reconocida, Camille Pissarro.
En 1875 tras de ver una obra al pastel de Edgar Degas en el escaparate de una galería, llegó a la conclusión de que no estaba sola en su rebelión artística. En una carta que escribió a un amigo podemos leer su fascinación:
“Solía aplastar mi nariz contra las ventanas de la galería para absorber todo lo que podía de su arte (Degas)… Cambió mi vida. Desde entonces pude ver al arte del modo que siempre quise verlo”.
Gracias a esa anécdota, pudo llegar a conocerle personalmente. Además de encontrarse con Degas, de quien se hizo intima, Mary entabló una gran amistad con Pierre Renoir y, por fin, conoció a otra mujer pintora, Berthe Morisot.
1877 fue el año que marcó un hito en su carrera, cuando una de sus pinturas ”Música con mandolina» fue aceptada en la Academia también llamada Salón de Paris. Fue la primera americana admitida para participar. Pero el jurado y los críticos dijeron que sus colores eran muy brillantes y sus retratos demasiado fieles para favorecer al modelo. Mary declaró a la prensa las dificultades que una mujer encontraba para que sus obras fueran aceptadas en el Salón.
Uno de los momentos más duros de su vida fue cuando el jurado del Salón de Paris rechazó las dos obras que había presentado. Pero fue su golpe de suerte pues entonces el propio Edgar Degas la invitó a exponer junto a los impresionistas.
Degas y sus amigos, tras sufrir el mismo rechazo, habían decidido montar sus propias exposiciones. Comenzaron a mostrar sus obras como acto de rebeldía en el Salon de los Independientes. Junto a ellos, Mary participó en varias de estas muestras inconformistas que pronto se convertirían en el “Santa Santorum” del Impresionismo francés.
Desde entonces, Mary Cassatt permaneció muy unida al círculo de los impresionistas, descartando cualquier otro estilo pictórico. Siempre cultivó una intensa amistad con Edgar Degas y Berthe Morisot.
Mary manifestaba su enorme admiración por dos de los mas sublimes impresionistas: Manet y Degas. Este fue su amigo intimo (quizá algo mas) y su principal mentor. Degas era quien criticaba su trabajo, ofreciéndole consejos técnicos, guiando y alentando sus experimentos en el grabado. De Degas tomó las influencias del arte japonés que se aprecian también en los lienzos del pintor famoso por sus bailarinas de ballet. Estuvo muy vinculada a Degas, emocional y artísticamente. Podemos ver muchos puntos en común tanto en su técnica, como en su empleo muy particular de la luz y el color. A ambos les interesaban composiciones con figuras y el mundo del teatro. Los temas favoritos de Mary eran su hermana Lydia, sus sobrinos, la ópera y el teatro. Aunque nunca se casó, se especializó en plasmar la maternidad y la infancia, que trató con tierna calidez y una impresionante naturalidad.
A lo largo de su carrera, su estilo evolucionó aproximándose a la simple pero honesta copia de la realidad. Experimentaba con todas las técnicas: pintura al oleo, pastel, dibujo y grabado. En su etapa posterior, casi un tercio de sus pinturas muestran escenas domésticas y emotivos retratos de madres abrazando a sus hijos en íntima relación.
Especialmente a partir de 1900, sus lienzos nos transmiten la ternura de la maternidad, especialmente comprensible para las mujeres. Sus obras son pura emoción, sentimiento transformado en forma y color.
Tras dominar la técnica del óleo sobre lienzo, empezó a trabajar también con el grabado, con composiciones de clara influencia japonesa, muy de moda en la época. Pero donde su técnica resulta absolutamente brillante y única es en sus obras con ceras de pastel.
La década de 1890 fue su época más creativa, viviendo a caballo entre en Estados Unidos y Paris. Llegó a exponer regularmente en las mejores galerías neoyorquinas con cierto éxito de crítica y de ventas. Expuso una serie de pinturas como “Mujer tomando un baño” y “El salón de belleza”. Ambas, inspiradas en grabados japoneses, habían sido expuestas en París un año antes. Mary se convirtió en un modelo a seguir para otras jóvenes artistas norteamericanas a quienes aconsejaba sobre sus carreras. Entre ellas destaca Lucy Bacon, a quien ella presentó al francés Camille Pissarro.
Al iniciarse el nuevo siglo trabajó como “curator” (consejera) para varios coleccionistas de arte millonarios. No solo recomendaba a los americanos qué comprar en Paris, sino que les insistía para que donasen algunas de sus adquisiciones a museos de arte norteamericanos. Gracias a ella, muchos tesoros artísticos del Impresionismo viajaron desde Francia al otro lado del Océano Atlántico. En 1904 se le concedió el prestigioso premio, la Legión de Honor francesa, por sus contribuciones al arte impresionista francés. Ya aceptada por su familia y por la crítica americana, Mary Cassatt consiguió, por fin, hacer su sueño realidad: se quedó a vivir definitivamente en París hasta el fin de sus días.
Desde el primer momento cuando lo conoció, Mary se sintió fascinada por el Impresionismo, uno de los movimientos estrella del Siglo XX. Tuvo el privilegio de conocerlo de primera mano, intimando con los mejores: Degas, Renoir, Pissarro…
Mary Cassatt fue hostil a todos los “ismos” (movimientos pictóricos) posteriores, como el Postimpresionismo, el Fauvismo y el Cubismo.
Hay un detalle personal poco conocido sobre esta gran mujer. Además de destacar como una gran creadora en un mundo de hombres, su colaboración fue clave para la selección de una de las mejores colecciones privadas del mundo: la colección Havemeyer. Se encuentra expuesta permanentemente en un ala anexa al Metropolitan Museum de Nueva York. Desde su juventud, Mary promovió el coleccionismo del arte de vanguardia francesa entre sus compatriotas. Como experta, acompañó al Señor Havemeyer a un viaje comprando arte de gran nivel, por Francia, Italia y España. Con una fortuna procedente de la principal compañía azucarera de Estados Unidos, Henry Osborne (1847-1907) ya era coleccionista antes de conocer y casarse en segundas nupcias con Louisine Havemeyer (1855-1929), amante del arte y activa sufragista. Louisine, se hizo muy amiga de la pintora. Así empezó a coleccionar arte impresionista antes que nadie en USA. Siguiendo sus indicaciones, los tres viajaron en 1901 con decidido ánimo de adquirir arte en Paris y Madrid. Los Havemeyer formaron la que es, quizás, la mejor colección particular en América. Su mansión de tres pisos en la Quinta Avenida de Nueva York estaba llena de las mejores obras de Manet, Degas, El Greco, Rembrandt, Corot…
El papel de Mary Cassatt como asesora de coleccionistas de arte, benefició a varias colecciones privadas y museos de Estados Unidos. Se puede decir que ella fue la primera que llevó el Impresionismo de Europa a América.
En 1910 realizó un viaje a Egipto, donde quedó impresionada por su exotismo. Fue entonces cuando empezó con una crisis de salud y de creatividad. Consideraba que sus manos eran incapaces de reproducir la fuerza y belleza de lo que, para ella, era el mejor arte de la Antigüedad. En 1911 fue diagnosticada de diabetes, reumatismo, neuralgia y cataratas, enfermedades que la obligaron, poco a poco, a disminuir su ritmo. Al fallarle la vista, la obra de Cassatt se redujo drásticamente. Se había quedado casi ciega pero con un esfuerzo titánico, aún pudo sacar energía pues pintó dieciocho pinturas para apoyar una lucha de vital importancia. Pintadas expresamente, Mary las donó al movimiento sufragista americano, donde era muy activa su amiga, Louisine Havemeyer.
Mary fue una apasionada colaboradora de la National Woman Suffrage Association que organizaba manifestaciones pacíficas pidiendo el derecho legal de las mujeres al voto. En Estados Unidos fue reconocido el 18 de agosto de 1920, tras más de medio siglo de activismo.
La vista de Mary fue empeorando hasta obligarle a poner fin a su trabajo creativo. Primero se vió obligada a abandonar la imprenta y pronto tuvo que dejar de pintar. Tras once duros años de completa inactividad artística, debido a su ceguera, la artista murió con 82 años, en su pequeño castillo “Château de Beaufresne”, en el campo, cerca de París (1926). Actualmente está enterrada en un mausoleo en Le Mesnil-Théribus, en la Picardía francesa.
Mary Cassatt nunca contrajo matrimonio pues, desde muy joven, consideró que era incompatible con el desarrollo de su carrera. Es curioso que, sin haber sido madre, es considerada la pintora por excelencia de la maternidad.
A pesar de su dedicación absoluta al arte, y su larga e intensa trayectoria, su verdadero reconocimiento como pintora, solo se consolidó años después de su muerte.
Actualmente su obra se presenta en exposiciones individuales en museos. Una de las mas importantes fue Mary Cassatt en el Musée Jacquemart-André de Paris, en 2018.
A los maestros impresionistas les encantaba pintar a sus familias pero también a las de sus amigos, sus marchantes y sus mecenas. Los niños ocuparon un lugar especial en estas pinturas íntimas.
En la primavera de 2023, el Museo del Impresionismo de Giverny presenta la exposición “Niños del impresionismo”, dedicada a las diferentes etapas de la infancia a finales del siglo XIX. Incluye obras de Mary Cassatt, Pierre-Auguste Renoir, Claude Monet, Camille Pissarro y Berthe Morisot.
MUSEE GIVERNY
Children of Impressionism
31 marzo – 2 Julio, 2023 (Normandia, Francia)
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