Hoy es el último domingo de Adviento, el domingo de la “esperanza”, eso que no nos debería faltar y que cada día se hace más necesaria. La esperanza que da sentido a nuestras vidas, el por qué y el para qué por el que todo se hace más fácil aunque siga doliendo o preocupando.
«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Juan 8:12
Si el pasado domingo fue el de la alegría, este cierra el adviento con una alegría fundamentada en la esperanza, pero no el cualquier esperanza, sino en la que tare un niño que nace en un pesebre y cuyo reino no es de este mundo. Es la esperanza en la salvación y en que el sufrimiento humano tiene un sentido, que no es mundano sino que nos trasciende.
Los últimos datos sobre el suicidio en España, y en especial de jóvenes, nos dejan muy tristes y también dejan muy claro que hace falta esperanza, no basta un optimismo sin fundamento, sino que todo debe tener un sentido, nuestros pasos diarios y nuestras acciones, y que las frases del mundo de Yupi no sirven más que para adornar fotos bonitas cuyo ánimo dura a penas un minuto a pesar de la buena voluntad.
Ante las cifras de covid, que sube otra vez como la espuma del champán que nos queremos beber estos días, y que amenaza con hacernos perder la paz que apenas empezábamos a saborear, la Navidad se aproxima oportuna para darnos motivos de celebración. Celebrar siempre es una alegría, pero que la celebración tenga sentido además da paz…
Ayer fui a ver la última película de Spiderman, nada navideña y un poco más rara que las demás porque, como suele pasar, llega un momento en que ya no tienen mucho más que inventarse, así que han decidido reunir a todos los spiderman y villanos de distintos mundos paralelos en una aventura un poco “happy flower” de abrazos. En medio de la oscuridad que las caracteriza había un objetivo loable que podría haberse plasmado de forma más atractiva, ya que los golpes y descargas eléctricas lo ensombrecen: hacer buenos a los malos. Estos «malotes» estaban determinados en su forma maligna de actuar, no eran libres para elegir el bien, por sus «deseos», ambiciones, instinto, o incluso la tecnología implantada. Todo muy actual ya que estamos en un mundo en el que priman los sentimientos y se da especial valor tanto a los deseos, como a los supuestos avances que nos permiten tener acceso a esos deseos. Pero, en cuanto estos villanos se hacen buenos… son más felices. ¡Vaya paradoja!
La muerte de tía May tenía sentido solo si Spiderman seguía con la misión, y esto le animaba en la satisfacción del deber cumplido y la coherencia en aceptar responsabilidad, algo que está ausente hoy día, de los dones recibidos. Es verdad que Spiderman con sus poderes lo tenía más fácil por muy malos que sean los malos, y que los humanos somos frágiles, como ha puesto de manifiesto esta pandemia. Pero nosotros si tenemos un poder real, que no está en ningún metaverso, la Fe en un niño, Luz del mundo y Verdad de las verdades, que nacerá en estos días para sufrir, morir y resucitar luego por nosotros y que cambió el rumbo de la humanidad… más bien le dio rumbo.
En medio de la oscuridad, la incertidumbre , los «villanos de este mundo»y el sufrimiento de tantas personas reales, la luz de la estrella de Belén nos anuncia llegada de la verdadera “Luz del mundo” que, aunque nació hace ya más de 2.000 años, se quedó con nosotros para siempre y sabemos que triunfará.
Si Spiderman está solo, nosotros no lo estamos, nos trajo además un regalo y una tarea. Como se suele decir, un gran don conlleva una gran responsabilidad, y el don de la Fe la tiene también:
«Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Mt. 5:14
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