Los derechos de la mujer vienen de la mano de los derechos humanos, nunca se deberían haber quedado atrás ya que tampoco nunca se había cuestionado la dignidad humana de la mujer, pero una vez que pasó, el arreglo es imprescindible, y para ello hace falta que todos, hombres y mujeres estemos en el mismo barco. Ojalá dejemos pronto de hablar de la igualdad, porque será señal de que la hemos conseguido.
La belleza de ser mujer
Hace unos días atendía a una charla titulada “El arte en profundidad”, nadie puede ignorar, ni eliminar, los fundamentos cristianos de muchas “grandes” obras de arte. En ella se habló de que cuando Dios hizo al hombre, y a la mujer, pensó en su hijo y en su madre, y por tanto nos hizo así, como somos, con el mismo cuerpo, y la misma mente. Me pareció maravilloso pensar que Dios eligiera hacernos así a la mujer, con unas cualidades peculiares impresas en nuestra esencia, dignas para que las tuviera la que sería madre de su hijo. Para los que tenemos fe, y confiamos plenamente en que ella es la madre de Jesús, esto supone un regalo para todas las mujeres, pero para los que no la tienen, cuanto menos, es una idea maravillosa y romántica el hecho de que Dios pensara así a la mujer. Quizás hoy debería ser un día para celebrar la belleza de ser mujer. Pero no aprendemos mucho.
En mi repaso mañanero de la prensa de hoy me topé con un mano a mano entre José Antonio Marina y Javier Gomá. Dos grandes mentes que dialogaban sobre el aprendizaje de la pandemia, entre otras cosas, o más bien, el posible aprendizaje. Mientras Marina, no veía posible que se hiciera el esfuerzo de intentar comprender qué está pasando o intentar sacar alguna enseñanza (en principio no creía que lo fuésemos a hacer ya que no se hizo en la crisis del 2008 por la pasividad de la sociedad para el aprendizaje), Javier Gomá argumentaba en una postura más optimista que, si bien es difícil extraer un aprendizaje individual de una experiencia colectiva, y aunque no fuera inmediato, al elevar un poco la mirada, apreciaríamos que la humanidad, aun de manera torpe, con retrocesos, desvíos y decaimientos, acaba aprendiendo.
Un año para reflexionar
En estos días de tanta visibilidad de la mujer, donde la pandemia ha pasado a un segundo plano detrás de las reivindicaciones feministas, no como ha pasado con la silenciada eutanasia, me planteo una reflexión en relación a lo que hemos aprendido en la defensa de los derechos de la mujer. Hemos oído voces conocidas y sensatas cuestionando el sentido de las manifestaciones reivindicadas para este 8 -M, (fecha que pasará a la historia de España). Un año parece tiempo suficiente para aprender, pero parece que salir a la calle e imponer, son las herramientas de algunas feministas. Los niños se quedaban sin cabalgata sin rechistar, pero había que 65 hacer manifestaciones sin sentido, solo en Madrid. Hace tan solo unos días Irene Montero denunciaba que se estaba criminalizando a las feministas por su pretensión de salir a la calle, en una postura como la que tiene el que se ofende cuando se le regaña por colarse en la fila.
En primer lugar habría que definir las reivindicaciones feministas, y en segundo lugar, ¿cuál es el foro donde se debe luchar por los derechos? o ¿qué ayuda sería más eficaz? ¿Se está defendiendo los derechos de las mujeres o imponiendo ideologías? … ¿de qué sirve salir disfrazadas de morado a la calle una vez al año? ¿Es necesario salir a la calle con la que está cayendo?
Después de un año, podría ser el momento en que, incluso torpemente, como indica Javier Gomá, se podría haber hecho reflexión para mejorar, y estoy con Marina en que somos torpes para el aprendizaje. Y en el tema de las mujeres, más torpes que en otros. La sociedad está con los ojos vendados hacia donde la dirigen, todo va en la misma línea, y si te sales de la fila y piensas, te regañan, y deberíamos liberarnos. Por ejemplo es un buen momento para hablar sobre los problemas que, la pandemia ha traído a las mujeres, o que se han agudizado con ella, como el empleo, la conciliación, el aumento de la violencia intrafamiliar, que también han sufrido los hijos, las mujeres (y de hombres) que han muertos solas en residencias, y la soledad de muchas mujeres que viven recluidas en su última etapa, después de haber dado su vida por otros, ya que corresponden a esa generación que no pensaban en ellas, sin compañía. Historias de mujeres que se desvanecen en la soledad de una vivienda antigua. Incongruencias.
Mujeres líderes a pesar del ruido
La pena es que hay mucho ruido, y el ruido intenta tapar las voces de mujeres inteligentes, formadas y luchadoras, que son referentes reales, líderes que lo han vivido en sus carnes, como suele decirse, como la pensadora, escritora y política estadounidense nacida en Somalia Ayaan Hirsi Ali. Ayaan es crítica con varios aspectos de parte del feminismo contemporáneo, al que recrimina su silencio ante el uso del burka en Europa por muchas mujeres musulmanas, o ante las dificultades cuando las agresiones sexuales no las comete un hombre blanco heterosexual sino uno hombre de otro color, de la seguridad de las mujeres en la calle en Europa, provocada por la inmigración, de la defensa de las mujeres inmigrantes, de la defensa de las mujeres trabajadoras, especialmente en Europa, donde muchas mujeres que están sufriendo las consecuencias no deseadas de la globalización, la inmigración y la fallida integración de las minorías. Además de denunciar el fracaso del multiculturalismo, el Islam es uno de los temas centrales de varios de sus libros, y en los que su experiencia personal constituye, a veces, un elemento más de su análisis. Su último libro precisamente se titula ‘Presa: la inmigración, el Islam y los derechos de la mujer’ (Ed. Debate, 2021).

Si Ayaan Hirsi Ali nos pone las pilas denunciando temas tabús en los que las feministas no se atreven a entrar, Martha Nussbaum, una filósofa newyorkina, nos las pone por su compromiso con la justicia social, pionera a la hora de detectar injusticias, así como a la idear soluciones para paliarlas, defensora de la dignidad humana, la igualdad, los derechos humanos y la democracia, cuya única garantía es la educación. Mientras tanto, el movimiento feminista se separa cada vez más de las verdaderas cuestiones que nos afectan, en un intento al que se suman cada vez más intereses, de transformar a la mujer.
Sinceridad y valentía
Creo, que como en muchas otras batallas o decisiones que tomamos en la vida hay que ser sincero con uno mismo, las palabras que Rilke dirigía a un joven poeta que le pedía consejo para saber si era buen escritor sirven para discernir los compromisos importantes que tomamos,
“Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma…Ante todo, esto: ¿Debo yo escribir?. Vaya cavando y ahondando, en busca de respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un “Si debo” firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida”. Rainer María Rilke
Si muchas mujeres y hombres hicieran este ejercicio de reflexión de forma sincera, desaparecerían muchos chiringuitos feministas y las ayudas serían más sensatas y beneficiosas. La reflexión y compromiso personal contribuye a un bien social.
Sin duda las desigualdades acompañan a la historia del hombre, y hemos evolucionado hacia su eliminación, siempre ha habido marginación y en un momento de tanto protagonismo femenino tendremos que tener en cuenta a nuestras compañeras que nos necesitan pero también a los hombres, que no se pueden quedar atrás.
¿Seremos capaces de luchar con sinceridad y valentía por los derechos de las más necesitadas?aunque estén en otros países…
¿Seremos capaces de luchar por las verdaderas necesidades e intereses despreciando el miedo, lo as ideologías que nos distraen del camino y nos coartan?
A veces me pregunto si lo estamos haciendo bien, nunca entenderé que mis hijas oigan mensajes que yo nunca oí, nunca me planteé que no pudiera hacer algo.
Fotografía portada: Mihaela Moroc. The atlas of beauty
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