Hace poco me compartieron un reportaje titulado «¿Quiénes son las laicas del Islam?«. El artículo comienza explicando qué es el llamado «feminismo islámico»: «Los últimos años, la prensa ha dado voz a musulmanes practicantes que optan por llevar el velo y reivindicarlo como una pieza de liberación personal y de identificación con la cultura propia. Esta línea ideológica se ha bautizado como feminismo islámico, que defiende que el Islam es una religión que aboga por los de derechos y la igualdad de las mujeres«.
Como un hecho totalmente opuesto al ‘feminismo islámico‘ que nos quieren vender los encantadores de serpientes, vemos lo que sucede en Irán. Mujeres puestas en pie de guerra contra el velo como símbolo. Dispuestas a todo, a ir a la cárcel, a ser asesinadas, repudiadas, y esa guerra suya sí es feminismo real, sin paliativos, feminismo a secas. ¿Se trata pues de un feminismo menos islámico? Definitivamente sí, las iraníes quieren acabar con todo un régimen religioso-político regido por la Sharia.
Es paradigmático, antes de la llegada de la represión islámica del Ayatollah Jomeini, las mujeres iraníes vivían como en Occidente. Y si esto sucede en Irán que es la rama Chií del Islam, con al menos cierta apertura al diálogo con el cristianismo (Cfr. «El Islam en el siglo XXI – Fernando de Haro).
El feminismo es único y sin apelativos, ni añadidos. El que busca la igualdad y complementariedad real entre hombres y mujeres, ni igualitarismo, ni suplantación de la esencia propia de cada sexo. El camelo del feminismo islámico nos muestra que ni derechos, ni igualdad, ni liberación personal son reales, sino un ‘simulemos que nos occidentalizamos y exijamos que nos respeten’. Una argucia más para tratar de apaciguar los ánimos cada vez más alterados, y la venda puesta en los ojos por la propaganda progre, falsamente europea y de izquierdas. Su objetivo nítido es acabar con la civilización judeo cristiana y lo que de ella emana.
Quedarse en símbolos como el uso o no del velo, significa no ir al meollo del problema
El problema de la degradación de la mujer por parte del hombre y de todo un sistema social, también ocurre en otras sociedades guiadas por su religión, no sólo en las distintas ramas que se rigen por el Islam. Por ejemplo los judíos ortodoxos. Un caso inaudito para nuestra mentalidad, pero como se concentran en Israel y en algunas grandes ciudades, allá se las compongan. Para los judíos ortodoxos es la mujer la que ha de trabajar y el hombre a estudiar la Torá…
El feminismo es único y sin apelativos, ni añadidos. El que busca la igualdad y complementariedad real entre hombres y mujeres, ni igualitarismo, ni suplantación de la esencia propia de cada sexo
No es cuestión de símbolos o rituales
Quedarse en símbolos como el uso o no del velo, significa no ir al meollo del problema. Por lo general, en el Islam, la mujer es un medio, no un fin en sí mismo. La cosa va sobre qué se entiende por ser humano, si es visto como ser único y libre, o como parte de un colectivo, como medio procreador y no como fin. Así como preguntar qué se entiende por libertad e igualdad. Estas cuestiones vienen de lejos, se trata de visión antropológica.
En las sociedades religiosas donde se colectiviza al individuo, éstas que he citado, las mujeres sufren un sometimiento continuo. Son pertenencia de, destinadas a, dependientes de, etc. Postulados incomprensibles para la mentalidad occidental.
Pero más incomprensible aún es que nos encontremos en España personas que lo aplaudan.
Superficialidad y pobreza intelectual
Lo grave del asunto es que nos vamos acostumbrando, anestesiando ante situaciones anómalas. Se están permitiendo en nuestra sociedad europea porque las cosas de calado no son ni blanco, ni negro.
Nada hay más difícil que el cambio en el ser humano, es más fácil optar por la comodidad de no pensar, por la reafirmación del «somos así y tú, infiel, estás mal», que molestarse en usar la razón y tratar de comprender nuestros principios occidentales.
La libertad es la clave
Las cosas importantes y sobre todo cambios de conducta de personas, no parecen solucionarse de un plumazo (ni creo que sea la forma). El tesoro que aún debería poseer Europa y Occidente es la libertad, y la libertad real enseñada por el cristianismo, de la que se derivan leyes y derechos fundamentales. Hasta que las personas asuman la libertad tal cual la propone el cristianismo, nada lograremos.
Libertad no para que usen o dejen de usar el velo, sino para que comprendan que donde hay sometimiento no hay libertad. Y si hay sometimiento hay una visión distorsionada de lo que somos los seres humanos: libres e iguales.
Abordar desde nuestra mentalidad situaciones fruto de culturas y formas religiosas que nos extrañan, requiere quitarse la venda de los ojos o de la mente y sin claudicar a nuestros principios y formas de vida. Y tirando de la razón ejercitar una comprensión real y verdadera, sin dejarnos llevar por superioridades morales que no conducen a ninguna parte. Ya lo dijo Dante Alighieri: “La raza humana se encuentra en la mejor situación cuando posee el más alto grado de libertad”.
Nada hay más difícil que la conversión intelectual y en esas estamos, aguardando a que pueblos y familias regidas por la Sharia islámica o por un judaísmo ortodoxo aislacionista, o por un feminismo exacerbado que proclama una nueva nación llamada «matria» crucen el puente de la libertad y la racionalidad, aún queda mucho por hacer.
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