Me resulta inverosímil que haya gente que, comiendo doritos desde su sofá imparta cátedra al resto.
Es muy habitual encontrarse con estas personas que, se hable de lo que se hable, conocen a fondo el asunto y vuelven del revés a cualquiera que les lleve la contraria.
Ya me gustaría a mí tener ese aplomo porque en esas situaciones suelo quedar inmovilizada por semejantes descargas de memez de alto voltaje.
Según los datos oficiales han fallecido en el mundo más de dos millones y medio de personas a causa del Covid, y el paro, sólo en España ha llegado a los cuatro millones de personas el pasado mes de febrero. Estamos pues, agotados, diezmados y sin un duro.
No obstante, en el fragor de este drama hay quien tiene tiempo y ganas de destacar esgrimiendo teorías apocalípticas, negando la desgracia ajena o acordonando comercios de empresarios arruinados.
La negatividad llama la atención y la alegría se suele atribuir a una causa bobalicona o directamente a los tontos, lo cual me parece un error garrafal.
Sin embargo, la gente más inteligente que conozco es sumamente empática, humilde y dispuesta a aprender de todos. Mi padre solía decirme que en esta vida se pueden lograr muchas metas, pero si en el camino aparcas tu felicidad, no importa lo que consigas, has perdido.
Claro que la idea del intelectual clásico dando la calada y contestando a los contertulios tarde, mal y nunca, da mucho de sí. Dense cuenta de que la autoestima es un bien escaso y cuando alguien se ubica por encima de los otros hay muchos que asienten alucinados.
Sin embargo, la gente más inteligente que conozco es sumamente empática, humilde y dispuesta a aprender de todos. Mi padre solía decirme que en esta vida se pueden lograr muchas metas, pero si en el camino aparcas tu felicidad, no importa lo que consigas, has perdido.
Así que no se dejen impresionar por estas poses de tercera ola porque ahora es cuando la verdadera actitud revolucionaria es ser solidario y mantenerse erguido contra viento y marea, a pesar de que luchemos contra la tristeza y la rabia, o paguemos el cafetito diario con la cartera de la calderilla.
No se dejen manipular por los profetas del horror y fíjense que nunca profetizan desde donde deberían para tener un mínimo de credibilidad. Por ejemplo, al grito de “el coronavirus es el coronateatro”, al sujeto se le debería introducir en una UCI hasta los topes de enfermos Covid, sin mascarilla y a cuerpo gentil. O pongamos como secuencia alternativa, un foro científico internacional donde con un par de narices, el sujeto expone el tostón con que atiza al prójimo día sí, día no. Una vez escuchados los expertos, se comprueba la enjundia del mismo.
Mas no nos ilusionemos, estos alardes patafísicos, se suelen desplegar ante audiencias escogidas “pour epater les bourgeoises” (salvando la distancia entre brillantez y catetismo)
Me decía ayer una amiga que está muy introducida en círculos “new age”, que hay personas cuya vibración es tan distinta a la nuestra que nos aplanan, y la verdad, yo a eso que ella describía lo llamo dar la turra.
Yo no estoy dispuesta a soportar turras con la que está cayendo. Y menos aún a escuchar negaciones de los fallecimientos que he vivido en primera persona.
Aunque, como ya sabemos todos, la culpa de esto la tienen la monarquía, los chinos, y un pangolín que pasaba por allí.
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