Hago esta reflexión para ordenar ideas y para explicar la visión que tengo de la realidad de los territorios rurales. Soy veterinaria y de pueblo, de manera que toda mi vida ha estado vinculada de una forma u otra a territorios rurales y probablemente por eso soy “bilingüe rural-urbano”. Quizá por la sensibilidad que me da ser hija de ganaderos, identifico fácilmente cuando alguien habla de los pueblos sin saber de lo que está hablando y quienes sí saben qué es vivir en un pueblo.
Esta reflexión ha sido provocada por un comentario que hizo una persona en un acto al que asistí.
Se trataba de una mesa redonda sobre agroalimentación, fue justo la tarde que empezó a llover en la primavera de aguas tardías que nos ha traído el 2023. Cuando empezaron las primeras gotas a ser parte de la tertulia en la que estaba inmiscuida, una persona paró la charla y propuso un aplauso para festejar esa lluvia y apostilló “…que la gente del campo tanto agradecerá”. Si la interrupción hubiera sido exclusivamente el aplauso para celebrar la necesitada agua, probablemente no habría tenido ninguna necesidad de escribir, pero no fue así, consideró que era necesario puntualizar que era una alegría para la gente del campo. Me sorprendió mucho esa aclaración. El primer pensamiento que tuve fue, “claro, la gente del campo son exclusivamente los que comen, los de ciudad hacen la fotosíntesis y no necesitan ni agricultores ni ganaderos…”, ¿se podrá estar más alejado de la realidad? ¿Qué está pasando en la sociedad para darle la espalda a sectores productivos imprescindibles para la vida? Tan “modernos” queremos ser que hemos decidido desterrar todo lo que suene a tradición, a pueblo o a vincularnos con territorios rurales. Tan alejados estamos de pisar la tierra, de trabajar por lo nuestro, de destacar valores tradicionales que hemos heredado de nuestros padres y de cuidar los territorios que nos alimentan cada día. Tan gruesa es la capa de ignorancia creada en torno a todo lo que tiene que ver con territorios rurales, que se intenta a toda costa alejar cualquier salpicadura de ruralidad que nos pueda manchar.
Los agricultores, al igual que los ganaderos, producen alimentos para la sociedad, ellos obtienen el beneficio económico de venderlos, pero la sociedad obtiene el sustento alimenticio y la seguridad alimentaria. Este concepto de seguridad alimentaria tiene doble significado, por un lado, significa que los alimentos consumidos sean inocuos para la salud humana y por otro, que haya suficiente comida para todos (si un día los agricultores dejan de producir, nuestra seguridad alimentaria se podría comprometer). Tan ufana está la población urbana de su existencia que es incapaz de ver la interdependencia entre los dos territorios, tan alejados estamos de que los alimentos no se producen en los lineales de los supermercados y sí lo hacen en nuestros campos. ¿Qué está pasando en la sociedad de la era virtual, que hemos llegado a vilipendiar a los territorios que nos alimentan?
Se me ocurren muchos motivos, muchísimos, históricos, nuevas modas, intereses económicos, ignorancia, entro otros, pero propongo empezar hablando de definiciones. Si nos vamos a la fuente que describe lo que cada palabra contiene, la RAE, podría empezar a poner un poco de luz. Si se busca el significado del adjetivo pueblerino, encontramos que el significado incluye esta definición “persona poco refinada en sus modales o en sus gustos, o carente de amplitud de ideas o puntos de vista”, mientras que, si buscamos el significado del adjetivo urbanita encontramos una definición con connotaciones bien distintas al anterior adjetivo “persona que vive acomodada a los usos y costumbres de la ciudad”. Se puede apreciar una gran diferencia en lo que significa cada palabra. Si realmente la gente comprometida con los territorios rurales quiere trabajar para dignificar y dar la importancia real que tienen, se tendría que empezar por actualizar las definiciones y ser más justos a la hora de definir a las personas de pueblo.
Se podría empezar haciendo una contracampaña para reconocer la labor que la población rural realiza para toda la sociedad. Como cuidan del patrimonio inmaterial que hay en los pueblos, como cuidan de los paisajes, de la producción de alimentos, como contribuyen a mantener todos los servicios ecosistémicos que aportan las zonas rurales a toda la población, como mantienen tradiciones, gastronomía y como ofrecen muchos servicios invisibles para los urbanitas.
Se podría seguir con la idea de ofrecer en los centros educativos una visión real y justa de las zonas rurales, tanto al alumnado, como al profesorado, que, en muchas ocasiones, llegan a pueblos pequeños y de forma condescendiente, culturizan a los niños lugareños con conocimientos urbanos, ignorando la cultura local y sin reconocer todos los capitales que ofrecen los territorios rurales. No está en conflicto lo tradicional y lo innovador, hay que preservar tradiciones y que innovar en procedimientos, la sociedad actual necesita una cohesión territorial real, que reconozca la función y la importancia de cada uno de los territorios, sin la necesidad de infravalorar a uno, para encumbrar a otro. Ese no es el camino, cada una de las partes de esta sociedad son importantes y necesarias, y este reconocimiento servirá para un crecimiento más armónico de la misma.
¿Y cómo podemos contribuir con nuestros actos?
Siendo consciente de los productos que compras y consumes, siendo justo en tus calificativos a la hora de hablar de los pueblos y sus habitantes, admirando las tradiciones de los pueblos, como una transmisión cultural, poniendo en valor los servicios que se realizan en estos territorios y que repercuten en la calidad de vida de toda la sociedad y admirando con orgullo a la población rural que sigue viviendo y trabajando para mantener pueblos vivos y productivos.
Lo que sí deberíamos tener claro es que, si un día todos somos urbanos, ese día el campo se quedará sin cuidadores y sin personas que lo trabajen y sin gente que transmita su patrimonio, a ver cómo se llenarán los lineales de supermercados, si esto llegara a suceder.
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