Marguerite «Peggy» Guggenheim (1898-1979) fue una coleccionista de arte, marchante, celebridad, filántropa y bohemia que ha pasado a la historia por su valioso legado artístico.
Peggy coleccionó arte en Europa y América entre 1938 y 1946. Su caso es único pues tenía una intuición nata para descubrir el talento.
En 1949 se instaló en Venecia, donde creó su propio museo y vivió el resto de su vida. Exponía sus adquisiciones mientras las iba reuniendo.
Creó una de las principales colecciones de arte moderno del mundo, que fue la misión de su existencia. Su vida privada fue tan apasionada y colorida como su coleccionismo.
El Museo Peggy Guggenheim, a orillas del Gran Canal de Venecia, está en un palacio modesto de un solo piso, con paredes blancas y un precioso jardín de esculturas. Millones de amantes del arte peregrinan allí para admirar los cuadros de Kandinsky, Dali, Duchamp, Miró, Ernst, Pollock, Calder, Kooning…
Es una de las colecciones privadas más visitadas del mundo y se considera de las mas importantes a nivel internacional, con más de 300 obras de más de 100 de los artistas más influyentes del siglo XX. Además, ha desempeñado un papel fundamental colaborando a convertir Venecia en meca del arte contemporáneo. Su Bienal es un imán para los mas actuales creadores, coleccionistas, críticos y directores de museos.
Fuera de los círculos artísticos profesionales, es poco conocida la vida singular de esta americana que hizo de coleccionar arte, el propósito de su vida.
Guggenheim, fascinante saga y herencia millonaria
Los padres de Peggy eran de ascendencia judía asquenazí, de dos de las familias mas ricas de Nueva York. Habían emigrado desde Europa y llevaban dos generaciones haciendo fortuna. Su madre, Florette Seligman (1870-1937), era de origen alemán-holandés, de una saga de banqueros que financiaron los primeros ferrocarriles. Su padre, Benjamín, de origen suizo-alemán, era hijo de un magnate de la minería y murió en el hundimiento del Titanic junto a su amante, una cantante francesa. El no había amasado una gran fortuna como sus hermanos, por eso, cuando su hija única, Peggy cumplió 21 años, se convirtió en la que menos heredaría de entre sus primos: solo 2,5 millones de dólares, o el equivalente a unos 30 millones actuales.
La joven era sobrina del mayor filántropo neoyorquino Solomon Guggenheim, famoso por la Fundación y el museo que llevan su nombre. En sus memorias, ya Peggy recordaba que muchos de su familia estaban medio locos, por decirlo de alguna manera, y aunque le llamaban la “oveja negra”, ella no estaba tan loca como parecía.
Su gran acierto fue que, desde los 38 años, empleó su herencia en adquirir el mejor arte americano y europeo. De los artistas españoles, llegó a comprar obras de los tres mas grandes comtemporáneos: Pablo Picasso, Salvador Dalí y Joan Miró.
Peggy, de la jetset neoyorquina a la bohemia de Paris
La joven Peggy trabajó en una librería de vanguardia, Sunwise Turn, donde se enamoró de los miembros de la comunidad artística en Manhattan.
En 1920, con 22 años, cumplió su sueño de vivir en París cuando era la capital del arte, la música, el teatro, el ballet… y centro absoluto de la cultura. Allí encontró la auténtica vida bohemia como alternativa a la alta burguesía americana donde siempre se había sentido una intrusa. Inmediatamente pensó “esta es mi gente”.
Trabó amistad con la vanguardia, la “Boheme Parisienne”, aunque muchos de ellos vivían en absoluta pobreza en el barrio Montparnasse.
Se hizo íntima de pintores y poetas, transformándose pronto de amiga en mecenas
Sus primeros fieles fueron el escultor Constantin Brancusi, el artista Marcel Duchamp y Man Ray, quien la fotografió varias veces. La joven decidió dedicarse a promover el arte y organizaba fiestas en honor a creadores como la bailarina Isadora Duncan.
Marcel Duchamp la introdujo en ambientes artísticos presentándole a pintores y escultores. Además fue su maestro ya que le enseñó sobre estilos del arte contemporáneo y, con el tiempo, concebirían juntos también varias exposiciones.
En 1938, Peggy abrió en Londres su Guggenheim Jeune Gallery con dibujos del francés Jean Cocteau.
Comenzó a coleccionar, comprando al menos una obra de cada exposición en su galería londinense.
Continuó con exposiciones del ruso Wassily Kandinsky (su primera exposición individual en Inglaterra), Yves Tanguy, Wolfgang Paalen y otros artistas, tanto conocidos como desconocidos. Montó también muestras colectivas de pintura, escultura, y collage de autores entonces semi anónimos, con la participación de los que hoy consideramos “clásicos modernos”: Pablo Picasso, Georges Braque, Henry Moore Alexander Calder, Raymond Duchamp, Constantin Brancuși, Jean Arp, Max Ernst, Henri Laurens Antoine Pevsner, John Ferren, Kurt Schwitters…
Proyecto de museo en Londres y Paris
Cuando Peggy se dió cuenta de que su galería londinense, aunque aclamada, había perdido 600 libras esterlinas durante el primer año, decidió invertir su dinero de una manera más práctica.
Construir un museo de arte contemporáneo era su horizonte soñado. Sin duda, en su mente evocaba las aventuras de su tío Solomon en Nueva York.
Este, con ayuda de la artista y baronesa Hilla von Rebay, había creado la Fundación Solomon Guggenheim dos años antes. Su objetivo era recopilar, exponer y promover la producción de arte abstracto. Uno de sus frutos sería la apertura en Manhattan de su Museo de Pintura No Objetiva (1939).
Peggy cerró en Londres el Guggenheim Jeune Gallery con una fiesta de despedida, donde se proyectaron sobre las paredes fotografías en color de retratos de Gisèle Freund.
Entonces comenzó a hacer planes para montar su propio Museo de Arte Moderno en Londres, asesorada por el historiador y crítico inglés Herbert Read. Reservó 40.000 dólares para los gastos de lanzamiento del museo. Desafortunadamente estos fondos pronto se vieron sobrecargados por las ambiciones de los organizadores.
En agosto, Peggy viajó a París para negociar préstamos de obras de arte para su proyecto de una primera exposición en Londres, para lo que llevaba una lista elaborada por Herbert Read. Pero enseguida estalló la Segunda Guerra Mundial y los acontecimientos le obligaron a cambiar sus planes, y en lugar de pedir obras prestadas, decidió comprar cuadros de todos los pintores de la lista.
En Paris, tenía mucho tiempo y todos los fondos previstos para el museo a su disposición.
“Elaboré un programa para comprar un cuadro al día”. – Peggy
Así, y aunque estaban en plena Guerra Mundial, adquirió a precio de ganga, una gran cantidad de obras de arte surrealista, cubista y abstracto.
Consiguió diez obras de Picasso, cuarenta Ernst, ocho Miró, cuatro Magritte, cuatro Ferren, tres Man Ray, tres Dalí, un Klee, un Chagall, un Wolfgang Paalen…
Olvidó Londres e hizo nuevos planes, esta vez para Paris, y en 1940 alquiló un gran espacio en la plaza Vendôme con el objetivo de convertirlo en la sede para su futura pinacoteca. Pero días antes de que los alemanes conquistaran Paris, los acontecimientos empujaron a Peggy a abandonar el proyecto de su soñada pinacoteca. Como judía, se vio obligada a escapar de los nazis, huyendo al sur de Francia.
“Me interesaba mas salvar mis cuadros que mi vida”. – Peggy
Tras varios meses, consiguió rescatar su colección de arte y aún mas importante, salvó la vida de varios amigos artistas, consiguiéndoles visados y pagándoles el viaje a América. Ella misma abandonó Europa para volver a Nueva York en 1941. Un año después, abrió en Manhattan su nueva galería que era prácticamente un museo: Art of this Century Gallery (El Arte de este Siglo).
Peggy consiguió reunir su impresionante colección en el tiempo récord de tan sólo siete años (1938 y 1946). Tres de las cuatro salas estaban de la galería estaban dedicadas al arte cubista, al abstracto, surrealista y arte cinético. Sólo la cuarta, la exterior, era una galería comercial. Allí organizó importantes exposiciones, como 31 Mujeres Artistas.
Su interés y financiación del arte mas novedoso fue fundamental para el avance de las carreras de varios artistas desconocidos (hoy archifamosos), como los americanos Jackson Pollock y William Congdon, el surrealista austríaco Wolfgang Paalen, y la poeta sonora Ada Verdun Howell entre otros.
En 1941 Peggy se casó con el pintor alemán Max Ernst, autor de pintura, escultura y collage, es considerado el Surrealista completo.
Seis años más tarde, una vez acabada la guerra y después de su divorcio de Max Ernst, Peggy cerró la galería neoyorquina y regresó a Europa (1947). Esta vez fue Venecia la escogida para vivir, donde se le invitó a exponer su colección en el pabellón griego, que no tenía ningún uso, de la Bienal de Venecia, estableciéndose de forma definitiva en la ciudad de los canales en 1949, donde por fin crea el deseado museo.
Compró el Palacio Venier de los Leones, el único con jardín, conviertiendo este “Palazzo ottocentesco” en un salón de vanguardia que conmocionó el alma renacentista de los venecianos, y creó su propio museo con fabulosas obras de arte moderno en su espléndido Palazzo sobre el Gran Canal de Venecia, que a día de hoy, sigue siendo una de las atracciones más visitadas de la Ciudad Serenísima.
La pinacoteca, inaugurada en 1951 se convirtió en una de las primeras colecciones en Europa con artistas americanos, aunque también promocionó a dos pintores locales: Edmondo Bacci y Tancredi Parmeggiani.
En 1960, Peggy ya había dejado de adquirir obras y comenzó a centrarse en exponer lo que ya poseía. Prestó sus colecciones a varios museos de Europa, e incluso al Museo Solomon Guggenheim de Nueva York, en 1969, que había sido creado por su tío.
Finalmente, en un acto de generosidad, decidió donar su casa-museo en Venecia y toda su colección de arte a la Fundación de su tío.
Las piezas de su propiedad abarcan el cubismo, el surrealismo y el expresionismo abstracto. Tras convertir su casa en museo, Peggy vivió el resto de su vida entre Venecia y Padua, en Camposampiero. Murió por un derrame cerebral con 81 años. Sus cenizas están enterradas en el Jardín de Esculturas Nasher de su Palazzo dei Leoni, junto a sus queridos perros Lhasa–Apsos.
Entre sus ocho nietos se encuentra Karole Vail, nombrada directora de la Colección Peggy Guggenheim de Venecia en 2017.
Hoy sigue siendo uno de los museos más importantes en Italia de arte europeo y americano de la primera mitad del siglo XX.
La vida privada de Peggy Guggenheim
La familia Guggenheim era millonaria y muy excéntrica. Peggy tuvo una hermana, Barbara, que fue pintora y también mecenas de arte. La hija de Peggy, Pegeen, también pintora, murió de sobredosis con 43 años.
Miembro de la alta burguesía, desde niña, Peggy se sintió como una extraña hasta descubrir la escena artística bohemia, que describía como «mi gente”. Empezó a coleccionar como espejo de su propia esencia de mujer rara.
Fue, sin duda, una mujer de dos caras. Por un lado, la millonaria estrambótica, coleccionista de arte y desinhibida sexualmente, que dio sentido pleno a la palabra “liberada”. Hizo lo que le dio la gana, cuando, donde y como le dio la gana, sin preocuparse por el “qué dirán”, en una época donde la mujer ocupaba un discreto segundo plano.
La otra cara de la moneda escondía una “pobre niña rica” que se transformó en una mujer insegura, falta de afecto, acomplejada por su nariz y, lo que es más terrible, víctima de abusos y malos tratos por su colección de maridos y amantes.
Según su biógrafo Anton Gill, se rumoreaba que había intimado con muchos hombres. Ella confirmó aventuras con numerosos artistas y escritores pero muchos afirmaban falsamente haber tenido relaciones con ella. En su autobiografía, Peggy proporciona los nombres de algunos amantes, incluidos el surrealista. Yves Tanguy y el crítico de arte Roland Penrose.
En 1921 Peggy conoció a su primer marido en Nueva York, Laurence Vail, un escultor y escritor dadaísta con quien tuvo dos hijos, Michael y Pegeen. Pasaron la luna de miel en Roma y Capri. Vivieron en Italia, Suiza, Egipto y sur de Francia. En 1928 se divorciaron tras el romance de Laurence con la escritora Kay Boyle.
Peggy se marchó a Londres, donde convivió y luego se casó con el crítico literario John Holms, fallecido de infarto en 1934. En 1937 murió la madre de Peggy, dejándole en herencia 450.000 dólares. No sabía que hacer y fue su amigo Marcel Duchamp quien le propuso abrir una galería.
En 1939, Peggy tuvo un breve pero intenso romance con el irlandés Samuel Beckett, poeta, novelista y dramaturgo, escritor clave del llamado “teatro del absurdo”. El la animó a concentrarse exclusivamente en la promoción del arte moderno.
En 1941 se casó con su tercer marido, el pintor Max Ernst, figura fundamental del Dadá y el Surrealismo, divorciándose cinco años después.
Peggy escribió sus memorias “Una vida para el arte: confesiones de una mujer que amó el arte y los artistas”.
Homenajes: literatura, teatro, cine y fotografía
Existen quince libros publicados siendo el mas reciente la novela “Peggy” de Rebecca Godfrey (Random House, 1924).
La película Peggy Guggenheim: Art Addict, se estrenó en festivales de cine, como el Festival de Cine Judío de San Francisco (2015). El documental dirigido por Lisa Immordino-Vreeland explora la vida y época de Peggy. Incluye la última entrevista que concedió a su biógrafa Jacqueline Weld.
Los libros y el film tejen la historia de una mujer intrigante y compleja que derrocó las expectativas de género y clase del siglo XX para vivir como ella quería.
En la película Pollock (2000), el papel de Peggy fue interpretado por Amy Madigan. Basado en la vida de Jackson Pollock, el film está dirigido y protagonizado por Ed Harris.
Una obra de teatro basada en la historia real de Peggy, Mujer ante un cristal, escrita por Lanie Robertson, se estrenó en el Promenade Theatre de Broadway (Nueva York) en 2005. Mercedes Ruehl interpretó el papel y recibió un premio Obie por su actuación. En 2011, el Abingdon Theatre Arts Complex presentó una reposición.
En la primera obra de radio de Bethan Roberts, Mi propio gondolero privado, la problemática hija de Guggenheim, Pegeen, abandona a sus tres hijos y viaja a Venecia para veranear con su madre. La obra se transmitió en BBC Radio en 2010.
La exposición “Peggy Guggenheim in Photographs” ofreció imágenes de la pionera coleccionista, realizadas por Man Ray y otros, desde su infancia en Nueva York hasta sus últimos días en Venecia. Organizada por Galeria Ikona de Venecia, capta su espíritu vital.
«Si Man Ray te fotografía, entonces eres alguien».
Peggy, mecenas visionaria y atrevida
Lo que hizo única a Peggy fue que reunió su colección de arte de una manera distinta, como nunca se había hecho antes. Visitaba los estudios y adquiría cuadros directamente de los artistas underground poco o nada conocidos, como Man Ray y Salvador Dalí, Yves Tanguy, Jean Arp, Andre Breton… Con audacia, conseguía auténticas gangas, y sin pretenderlo, impulsó las carreras de muchos artistas emergentes que casi no vendían. Contribuyó a definir la vanguardia creciente antes de que se volviera popular.
A pesar de que hoy vemos a los maestros modernos como leyendas, no siempre fue así. Peggy ayudó a despegar las carreras de artistas del expresionismo americano como Clyfford Still y Jackson Pollock. A este le organizó su primera exhibición individual y luego tres mas, cuando trabajaba de simple carpintero, totalmente desconocido.
Pollock sería considerado el pintor estadounidense clave del siglo XX y fue sin duda su gran descubrimiento.
Era conocida por su inteligencia en los negocios y su habilidad práctica. Determinada y hábil, promovió tanto el arte moderno europeo como el americano.
Peggy era conocida por su gusto estrafalario y porque las obras que compraba reflejaban su propio misterio interior. Eran el espejo de su espíritu excéntrico.
Pero algunos de sus logros han quedado minimizados al compararlos con la voracidad de su vida personal, tema en el que era muy abierta.
Peggy fue la “enfant terrible” (oveja negra) del mundo del arte pero también fue una de las mecenas mas influyentes.
A pesar de que sus amigos, maridos y amantes, eran igualmente promiscuos, sólo su reputación se veía perjudicada. Era un mundo muy masculino. A lo largo de su vida, luchó por lograr credibilidad en un ambiente social y artístico dominado por los hombres.
Independientemente de los chismes que rodeaban su vida personal, Peggy inspiró a las mujeres a ser independientes, a seguir sus sueños y a conseguir lo que quisieran hacer, ya fueran artistas o empresarias.
La salvaje vida personal de Peggy fue tema de crítica y especulación, pero su importancia real radica en haber sido una de las primeras mujeres coleccionistas de arte. Su legado está actualmente expuesto en dos museos Guggenheim, en Nueva York y Venecia.
“He dedicado mi vida a mi colección. La convertí en mi vocación. No soy una coleccionista. Soy un museo.” – Peggy
Una familia con cinco museos
Su tío Solomon creó el Museo Guggenheim de Nueva York, diseñado por el archifamoso arquitecto Frank LLoyd Wright, y convertido en icono del arte en Manhattan (1937).
Con el tiempo, la Fundación, ha creado otros tres Museos Guggenheim: Berlin (1997-2013), Bilbao (1997) y Abu Dabi (actualmente en construcción).
Los de España y Emiratos Arabes son obra del arquitecto canadiense Frank Gehry. El de Bilbao ha transformado la fisonomía de la ciudad.
El museo de Venecia es el único creado por Peggy y alberga la mayoría de obras compradas durante su intensa vida amando el arte. Tanto este centro como el resto de su colección, los donó a la Fundación de su tío en Nueva York poco después de la muerte de su hija Pegeen. En noviembre 2023, Mariet Westermann fue nombrada Directora de la Fundación.
Ninguna otra familia en el mundo es conocida por fundar cinco museos. Todos son de extraordinario nivel artístico, tanto por la calidad de sus obras como por su original arquitectura.
Peggy y su tío Solomon merecen los honores del éxito por difundir la nueva estética del arte moderno a ambos lados del Atlántico.
Peggy Guggenheim se deshizo de los estrictos límites de la vida burguesa en la sociedad judía elitista de Nueva York y abrazó el estilo de vida bohemio de la vanguardia parisina. Vislumbró la vida que quería y nada le impidió vivirla.
“Sólo hay una vida muy buena: la que sabes que quieres y logras tú mismo. Al diablo con el apellido y las expectativas.”
Fue una coleccionista libre e independiente que se nutrió de la imaginación de los creadores que la rodeaban. Reuniendo su extensa colección del arte mas vanguardista, ayudó a escribir la historia del arte del siglo XX.
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