Escribir este artículo me supone un reto personal, hablar de las madres, me hace imposible no hablar de la mía.
Pilar es la persona que me hizo, me hace y siempre me hará sentirme hija. La responsable de despertar en mi conciencia el deseo de querer parecerme a ella, de ser madre.
Recuerdo con ternura el reencuentro diario a la salida del colegio. Daban las cinco de la tarde cuando, tras su jornada laboral, nos recogía. Ella, enfermera, hoy jubilada, se dedicaba a cuidar de los demás en un gran hospital. Siempre dispuesta a dar lo mejor de sí misma a los enfermos y a acompañar sus actos con una gran sonrisa que contagiaba al que la rodeara, lo cual, también cura.
Siempre tan guapa y elegante y con esos brazos que se multiplicaban para acoger a los suyos.
En el cole recibíamos el primer achuchón del día ya que salía de casa antes de que se pusiera el sol, y nosotros aún no madrugábamos tanto. La tarde se quedaba siempre corta: deberes, merendar y charlar con la abuela que siempre vivió con nosotros, cenas, duchas,…
Es una persona con tiempo para todo, una superheroína que no sabe vivir sin implicarse; que sabe alegrar cualquier ocasión con una mesa bonita y un delicioso plato.
El mejor regalo que me hizo, fueron mis dos hermanos y mi hermana. Nos dejó crecer en libertad valorando las peculiaridades de cada uno y, por supuesto, haciendo más fuertes aquellas que nos convertirían en buenas personas.
Siempre ha sabido sacar fuerzas para todo y para todos.
Nunca ha dejado de ser hija, de ser mujer, de ser profesional, de ser amiga, de ser madre…
Valoro inmensamente su capacidad de comunicación que, sin duda, sigue creciendo con los años, su mirada cómplice y a veces un poco justiciera que nos modificaba la conducta de inmediato y, lo más importante, nos hacía recapacitar.
En su constancia ha sabido y sabe adaptarse a las diferentes etapas de su vida y también de las nuestras. ¡En qué gran abuela se ha convertido!
¿Cómo no querer parecerme a ella?
Ahora entenderéis que me sea difícil escribir sobre las madres. Y se me quedan tantas cosas en el tintero… y… tantas cosas que seguir aprendiendo de ella…
Si igualmente hace un traje de comunión, un gran disfraz, pinta un mueble aburrido, tapiza un sofá; lee un libro que le causa tanta emoción que casi termina contando su final; visita un museo y crea en los demás el interés y la curiosidad de seguir aprendiendo de ese autor, de esa época, de esa vida.
Siempre llena de valores que mostrar y que ofrecer; de ideas que provocar; de sonrisas que entregar.
Siempre llena de un amor desbordante hacia quienes lo necesitan… Desde los seres humanos, a sus bien fieles perritas…
Ser mi primer ídolo, resultó. Ahora soy madre de dos niñas, que quizá, algún día decidan serlo.
Ahora entenderéis que me sea difícil escribir sobre las madres. Y se me quedan tantas cosas en el tintero… y… tantas cosas que seguir aprendiendo de ella…
Esta, tengo que decirla, quizá sea la más importante: ¡GRACIAS!
Ojalá, mis dos hijas, algún día, encuentren en una taza de café con su madre, el mejor momento del día.
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