Quizá ustedes no se crean que en la playa haya sillones orejeros con la abuela sentada encima, bombonas naranjas de butano y hasta mesa camilla para echar un buen y familiar día de playa. Nos gusta complicarnos la vida para sentirnos en cualquier parte como en casa. El apego a las cosas nos juega malas pasadas. Como si fuese tan sencillo montar un apartamento de quita y pon junto al rompeolas cuyo único objetivo es evitar que se nos caiga la casa encima.
Estas enormes carpas parecen estar hechas en serie. Suelen incluir sábanas de un hospital público andaluz con el antiguo logotipo de la Junta de Andalucía, la típica olla marrón que había en todas las casas cuando éramos niños, el camping gas, la mesa plegable, los taburetes, el tapete verde de las cartas, e incluso un ventilador por si se estanca la brisa marinera. Por eso una cuando va a la playa con una triste toalla, un sombrero y la crema de protección solar se puede venir como a menos. La comparativa podría hacernos creer que nuestro gran día en remojo, es más bien un re-mojón.
Después de quedarse el cuerpo patidifuso observando la cantidad ingente de comida y bártulos que traen los vecinos playeros, una piensa la suerte que tiene de vivir en España. La maravilla de lo diversa que es su gente y su idiosincrasia y cuánto nos chifla disfrutar de lo pequeño.
Estamos a las puertas del mes de las vacaciones por antonomasia. Agosto es la época que más anécdotas deja a los que vivimos en zonas costeras. A todo lo mencionado se añaden looks imposibles, gambones andantes por despistarse al sol, los LuiPitón (gran imitación) de todo paseo marítimo que se precie, y esos refrescantes vendedores ambulantes que han dejado de cantar el “a euro” por que ya las cuentas no salen. Y eso que la economía española va como una moto. Una moto de carreras porque gracias al turismo, España será el país que más crezca. El FMI apunta a un aumento del 2’5% del PIB. Lo que no cuentan, o al menos no con bombo y platillo, es que la deuda pública es del 113’2% del PIB. Es decir, que la deuda asciende a más de 31 000 euros per cápita, es decir, por ciudadano. En ese símil de la moto se les ha olvidado decirnos que el españolito y currito de a pie vamos en la moto de paquete, que recordemos, nunca sale ileso ante cualquier derrape o frenazo.
A la entrada de Chipiona por la carretera de Sevilla hay un grafiti en el que se lee: “El verano es para gozar”. Y así están muchos después del 23J. Gozándolo pero bien porque después de tanta encuesta que nos recordaba a la serie de Mercero que catapultó a la fama el bonito municipio malagueño de Nerja, el Verano Azul ya no lo es. O sí, pero como seguimos gobernados por unos pocos, aquí lo único que podemos hacer es coger la silla, la sombrilla y una neverita con agua fresca, que la sandía a como está el kilo, se ha convertido en producto de lujo.
Después del no se podía saber, los radicales y asiduos cambios de opinión, los vuelos injustificados, el goteo de presidiarios que gritan libertad como aquel revolucionario William Wallace, después de vestir jeans con la mejor sonrisa y los selfies a porrillo, parece que la vida sigue igual. Ya lo dijo el inigualable Julio Iglesias.

Nada cambia para los que vamos a la frutería y tenemos el melón a 3 euros el kilo, ni para aquellos que están en el paro pero que figuran como empleado por tener contrato fijo discontinuo. Se mantiene tal como ayer para el que tiene su casa ocupada con k y cuya solución pasa antes por Daniel Esteve y su empresa Desokupa que por garantías estatales que protejan al que paga. Tampoco cambia para cualquier español que sienta que es hombre, mujer, pino o puente, porque seguirá yendo por la calle como le dé la gana, como lo ha hecho siempre, incluso antes de que existieran las redes sociales.
La vida seguirá igual para las familias que ven cómo sus hijos crecen en una sociedad hipersexualizada que se deja guiar por empresas tecnológicas extranjeras que no ven mal que alguien le desee a otro que lo despidan, le esterilicen o le deseen la muerte antes de nacer simplemente por el hecho de opinar distinto.

La vida sigue igual en esta constante jornada de re-mojón estival. Doble ración de mierda para el ciudadano que gobierne quien gobierne será quien pague los platos rotos de la fiesta. Un festín diría yo.
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