Estamos desolados por lo que ha pasado en algunas zonas de nuestra tierra, España. Esta vez no vemos las noticias como algo lejano. “Pobre gente”, habíamos pensado en otras ocasiones cuando veíamos noticias de países lejanos y los destrozos que la naturaleza hacía en zonas menos favorecidas, o con construcciones desastrosas. Esta vez una DANA sin precedentes, nos ha tocado cerca, muy cerca.
Vivirlo debe ser terrible porque, los que solo hemos sufrido una noche de rayos y truenos no nos podemos imaginar el horror de lo que muestran tantos testimonios personales, videos y fotos…tanta pérdida en todos los sentidos.
El gobierno no sabe nada de bien común, solo se preocupa del propio bienestar personal e individual.
Me produce vergüenza nacional que el Congreso no se hubiera paralizado de verdad el día que empezó el desastre sino que, en lugar de actuar para ayudar a sofocar la situación que ya se conocía, se dedicó actuar de forma infame a sacar adelante otra “imposición” por la que meternos a saco una ideología que, hasta la fecha, solo destroza personas y desune. El gobierno no sabe nada de bien común, solo se preocupa del propio bienestar personal e individual, pero no atina con las verdaderas necesidades de los ciudadanos, como han puesto de manifiesto, una vez más, sus actuaciones para «no» intentar sofocar esta situación. El gobierno ha demostrado, una vez más, ser una panda de ineptos, una pandilla de amigos que se van repartiendo cargos, cuya falta de escrúpulos es acorde con su falta de aptitud para ejercer el poder que se le entregó.
Me duele pensar en los actos vandálicos que están perpetrando ciertos ciudadanos desalmados que aprovechan el caos y la desgracia de otros. Mientras muchos morían o incluso siguen desaparecidos, otros roban. Reflejo sin duda del gobierno corrupto que tenemos, que además tampoco hace nada para evitarlo.
Me duele reconocer que la maldad campa a sus anchas cuando ve la primera oportunidad, cuando se le deja la puerta abierta al diablo.
También me cuesta pensar que anoche, muchos conciudadanos, pudieran estar celebrando Halloween por ejemplo…
Me emocionan las fotos y los testimonios de tantas personas arrimando el hombro, ayudando e incluso llorando ante la impotencia de no poder hacer nada más por calmar el dolor de otros, las pérdidas de otros, la desgracia de otros. Es el pueblo el que ha demostrado que sabe hacer lo que los políticos no hacen.
Me emociona saber que la necesidad de ayuda suma, que ante la desgracia el ser humano crece y no hay distinciones. Que los corazones se hacen generosos, algunos con más recursos donando importantes cantidades de dinero para intentar paliar tanta desgracia, otros donando comida o lo que pueden. Porque en ese momento es cuando de verdad se muestra el valor moral de las personas. La moral, los valores, no son las palabras huecas que tanto se airean hoy día, pero su contenido o ausencia de él, solo se comprueba con los actos consecuencia del verdadero compromiso.
También el amor, el de otros, desconocidos, es el que vence por encima del desastre, porque, como el sol, es el que brilla tras la tormenta.
No hay amor más grande que aquel que da la vida por sus hermanos, darla es renunciar al egoísmo de la comodidad para, en lugar de seguir en el sofá, salir corriendo en ayuda del necesitado, renunciar por el que no tiene, respetar la propiedad ajena, o poner en marcha todas las medidas necesarias cuando se tiene el poder de hacerlo. Y para todo esto, ni siquiera ponemos nuestra vida en juego.
La necesidad de empatía, algo tan aireado en estos tiempos, es lo primero que falta a nuestros gobernantes: “ande yo caliente…que llore la gente”. Por lo menos, esa es la imagen que da este señor que tenemos en el poder, palabra que actualmente demuestra tener una connotación bastante peyorativa.
Cuando escribo estas líneas la cifra de “personas” que han perdido la vida asciende a 158, personas que pensaban que iba a ser un día de lluvia más, personas que no son un simple número, que tenían ilusiones, proyectos, familia…amor.
También el amor, el de otros, desconocidos, es el que vence por encima del desastre, porque, como el sol, es el que brilla tras la tormenta. El amor de los vecinos desconocidos intentado salvar a las personas que la corriente arrastraba, del ejército salvando a una ancianita que no podía andar, o de policías llorando que se sienten desbordados al ver tanto desastre y la impotencia de no poder hacer más. Esas lágrimas son de amor, esos brazos, muestran amor, esas cadenas humanas de ayuda voluntaria son amor. Porque la empatía solo es verdadera si se traduce en acción por amor.
El amor derrotó la maldad del mundo, y derrota el daño y el sufrimiento del hombre. Hace que el ser humano se una en un acto sublime, sin distinguir razas, religiones ni edad o ideología. Pero para ello hay que saber amar.
En el día de todos los santos esto cobra especial relevancia, porque bienaventurados son los pobres de espíritu, los mansos y humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los pacíficos, los que tienen un corazón puro, y los que lloran porque ellos serán consolados…
Por ahora, ayudemos en lo que podamos y recemos por todos las personas que han perdido la vida por la fuerza desatada de la naturaleza y el consuelo que tantos necesitan.
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