La pregunta “¿Qué quieres?” no resulta, a primera vista, extraña. Si se la hacemos a una persona cuya vida está entera forjada, completa, es más que probable que no se reciba la misma respuesta que si se la hacemos a un joven.
Por naturaleza nuestra conciencia va cambiando a lo largo de los años. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que cada ser humano ha tenido una infancia y una educación diferentes, un desarrollo personal único, de ahí el concepto de Ortega y Gasset:“yo soy yo y mis circunstancias”. No nos encontraremos nunca con una persona exactamente igual a otra debido a que sus vidas en ciertos aspectos siempre diferirán. La personalidad se forma con el tiempo y van quedando influenciada por aquello que nos rodea.
Volviendo a la pregunta del principio, al hacérsela a la juventud la mayoría responden “mucho dinero” – evitando en lo posible estudiar- , “muchas mujeres” – ignorando la importancia de la familia- , “viajar” – lo cual enriquece, pero siempre y cuando se valore el hogar- , y respuestas del mismo estilo.
En cambio, al plantear la misma pregunta a jóvenes con una conciencia formada por valores profundos, que admiran tanto las costumbres como las nuevas oportunidades, jóvenes que viven en coherencia con principios de solidaridad, amor, caridad; encontramos respuestas que en absoluto coinciden con las expuestas más arriba. Una juventud que no encuentra nada malo en rezar, sino al contrario, se muestra orgullosa de sus fuertes creencias. Una juventud que cree no solo en sí misma, sino también en aquellos que le rodean.
¿Qué responden estos jóvenes?
Álvaro González. Estudiante de Derecho.
“Bueno, aquí va lo que yo pienso que es lo que quiero o como quiero ser en mi vida.
Primero de todo, no soy nadie para dar lecciones de moral, espero que eso quede claro.
Si tuviera que decir algo rápido y a medio corto plazo sería acabar la Universidad (como todos los estudiantes supongo).
Pero desde hace un año tengo una visión mucho más a largo plazo que es a la que cada día intento darle forma.
Yo lo llamo el círculo de lo dado. Enfocado a mis valores (muy bien inculcados por mis padres), donde nadie es mejor que otro, donde la vida y lo que tienes en ella es un regalo, llegué a la conclusión de que en esta vida estamos para darnos. Darnos en el sentido de ayudar en todo lo que puedas e intentar estar al lado de las personas si lo necesitan.
Todos en esta vida tenemos como último fin el ser feliz. Y para mí, la forma de ser feliz es cuidar a las personas e intentar que con tu grano de arena se lleven algo bueno.
Esto se puede extrapolar al mundo de la familia, amigos y pareja. Es verdad que ayudas a los demás, pero lo que tú aprendes de ellos estando a su lado, eso que te lleva a cuidarlos más, en cualquier tipo de relación, es lo que a la larga te va a hacer feliz.
En mi opinión toda mi forma de actuación es gracias a los valores. Opino que en la actual sociedad existe una falta de valores patente, donde se tiene más en cuenta el beneficio individual que el colectivo. Y hasta que no nos demos cuenta de que hay mas alegría en dar que en recibir no mejoraremos.
A modo de conclusión y para cerrar esta pregunta diría que lo que quiero en mi vida es ser o intentar ser mejor persona.”
Ana Pestano. Estudiante de Educación Primaria y Filosofía.
“¿Qué quiero en mi vida? Creo que mi respuesta es bastante sencilla y clara. Quiero en la medida en que pueda, ayudar a los que están a mi alrededor a conseguir lo que ellos quieren, quiero hacerles felices. Quiero formar una familia, quiero dar vida. Vida de verdad.”
Andrea Nicolás. Estudiante de Periodismo.
“Una vez le pregunté a un amigo cuál era su mayor miedo. «Pues como todo el mundo: el sufrimiento, la muerte» me contestó. Luego me hizo la misma pregunta a mí, y yo, ingenua, le contesté «pasar por el mundo de puntillas». No lo entendía. No comprendía cómo podía darme miedo semejante tontería, en lugar de aterrorizarme ante las enfermedades, las catástrofes, el sufrimiento… «como la gente normal».
Pero es cierto: quizá no sea la respuesta más común, pero es la que más me convence. Mi mayor miedo es pasar por el mundo de puntillas, es decir, sin dejar huella. Lo que quiero es influir, marcar un antes y un después en la vida del máximo número de personas posibles. Me da igual si es como maestra, como escritora, como camarera, soltera o madre de familia numerosa. No importa el cómo, las circunstancias, sino el qué. ¿Qué quiero? Quiero que las personas que me conozcan sean más felices, piensen mejor, aprendan valores. Puede sonar egocéntrico o elitista, pero…¿para qué estamos en el mundo, sino para que nuestra vida signifique algo?”
Guillermo López. Estudiante de Administración y Dirección de Empresas.
“Quiero que la sociedad abra los ojos, que se de cuenta de que lo material no lo es todo, que hay algo más.
Quiero hacer felices a mi familia y mis amigos, quiero que el mundo cambie, que mejore y como consecuencia habrá felicidad. Eso es lo que quiero.”
Marta Belmonte. Estudiante de Enfermería.
“Lo que quiero en mi vida es que nadie se quede indiferente al conocerme, que vean en mí una persona con ambición y con ganas de luchar por lo que quiere. Puede sonar un poco a tópico, pero es la verdad, no quiero quedarme en lo que hago y lo que estudio, aunque tampoco pretendo ser una experta en todo, es tener interés en conocer mi propia cultura, saber de dónde procedo y hacia dónde va la sociedad en la que estoy creciendo.
Por otro lado, y más ligado a lo que estudio, pretendo ser capaz de mirar con cariño y poder ayudar a los demás en situaciones difíciles, como es la enfermedad. Que vean en mí a una profesional de la salud en quien puedan confiar, en quien se puedan apoyar, que sean conscientes de que les trataré lo mejor que sea capaz”
Como habéis leído, las respuestas son de lo más variado. La importancia en nuestras decisiones, tal y como se ha señalado inicialmente, depende del carácter y las circunstancias de cada uno, de lo que se quiere conseguir. Pero hay algo que es común a todos ellos, que ninguno pasa por alto, que todos consideran esencial: ayudar a los demás. De diferentes formas y por diferentes motivos, pero buscan lo mismo.
Son jóvenes que han caído en la cuenta de que la realidad es que hay más alegría en dar que en recibir. Es más pleno, más profundo, entregarte a otra persona por completo, sin objeciones, haciendo sentir queridos a tus más allegados, pero también a aquellos que no conoces.
La mayor dolencia de un mundo, que parece estar creciendo continuamente, es la falta de amor, porque realmente hace que la sociedad decrezca, lo cual puede sonar paradójico. Llegamos poco a poco a más gente pero no entramos en profundidad en nada ni en nadie, es una locura que avanza.
Empatizar con el otro brota de la propia naturaleza del hombre, no en vano ha sido así desde las comunidades prehistóricas. Una sociedad individualista parece desechar esos valores. Y sin embargo, el futuro de la sociedad parece tener una mínima esperanza. Es el milagro del ser humano.
Porque como decía Brooker Washington, “la mejor manera de levantarse uno mismo es ayudar a otra persona”.