¿Podemos aislar a un niño y, simplemente, con el control parental, evitar que vea contenidos que no son afines a su edad? No, no es posible. Esta polémica es un desafío para la sociedad y pone de relieve el hecho de que “Para criar a un niño hace falta la tribu entera”
142 millones de espectadores en sus primeras 4 semanas de emisión. El juego del Calamar se ha convertido en el mejor estreno de la plataforma Netflix y ya es la serie más vista en 94 países. No está recomendaba para menores de 16 años. Sin embargo, en las últimas semanas desde algunos colegios se ha alertado de que se había colado su contenido en los juegos de los niños en los patios.
La violencia explícita tiene un componente adictivo y los menores pueden verlo como algo lúdico
El éxito de la serie de “El juego del calamar” entre niños y adolescentes se debe, por un lado, a que el argumento recuerda claramente a un videojuego (seguramente ya esté diseñado uno inspirado en la serie). El hecho de saber que se va pasando de nivel y la emoción de pensar que se juegan la vida. Por otro lado, los personajes tienen problemas familiares, económicos, de salud con los que es fácil sentirse identificado. Y, por otro lado, es importante, tener en cuenta que se recrea en un ambiente “infantilizado”, de juegos de niños, de patios y habitaciones con ambiente de infancia. Además, los juegos a los que se enfrentan los protagonistas a vida o muerte también son juegos populares que conoce todo el mundo y que nos recuerdan a nuestra niñez. Todo esto hace que la situación sea aún más macabra y sensibilice más. Además, la violencia explícita tiene un componente adictivo, en tanto en cuanto genera una fuerte emoción y como cualquier sustancia o contenido que nos genera emociones fuertes es susceptible de volverse adictivo. Los menores pueden llegar a asociar esa violencia con algo lúdico, de entretenimiento.
Cuando una serie o un videojuego se hace mundialmente popular, ese contenido circula por todas partes, quizás no la serie completa, pero sí lo más escabroso.
¿Todos los niños que han jugado a “El juego del calamar” han visto la serie?
Rotundamente, no. Es importante poner el foco en el papel que juega la sociedad. Netflix ha advertido que la serie no pueden verla menores de 16 años, pero está claro que esto en muchos hogares no es suficiente. No podemos ser tan ingenuos para pensar que la única manera de acceder a este contenido es a través de Netflix. Cuando una serie o un videojuego se hace mundialmente popular, ese contenido circula por todas partes, quizás no la serie completa, pero sí lo más escabroso. Hay quien imita escenas en youtube, tiktok o instagram, hay información por todas partes.
Una gran oportunidad que no podemos dejar pasar como sociedad
Es injusto que toda la responsabilidad recaiga en las familias. Por supuesto, tienen su parte de culpa, pero no toda. “Para criar a un niño hace falta la tribu entera”, este proverbio africano se pone más de manifiesto que nunca. No se trata de culpar a los padres que han permitido o no se han dado cuenta de que sus hijos menores veían la serie. Todos tenemos que aportar nuestra parte, desde las grandes plataformas audiovisuales, pasando por profesores, orientadores, psicólogos, médicos, psiquiatras, y por supuesto las familias, y toda la comunidad. Si, como adultos, hemos comentado y compartido la serie en nuestro ámbito personal, no podemos pedir que nuestros niños y adolescentes estén aislados del mundo. Lo que debemos hacer es educarles para que estén preparados para enfrentarse a ciertos contenidos que pueden caer en sus manos, para que antes de acceder a él nos lo comenten, elijan no verlo o hablar con nosotros.
En niños de 9 o 10 años, ¿Qué pasa si ya la han visto sin que los padres lo sepan?
Si no se ha podido evitar que los niños la hayan visto, hay que hablar de ella y reconocer que hemos tenido un fallo en el control del acceso a la información que ellos pueden consumir. Del mismo modo, es vital que se pongan en marcha controles y configurar los dispositivos. Y el siguiente paso sería, sentarnos con tranquilidad con los niños, comentarla con ellos e incluso jugar con ellos. El juego es una invitación a procesar la información, imágenes, ideas con las que se han quedado. Podemos pedirles que nos cuenten que han visto, qué les ha parecido, qué personaje les gustó más y por qué. Es una oportunidad para hablar de temas como la amistad, la agresividad, la crueldad, o el hecho de que unas personas se aprovechen de otras para su beneficio. Es decir, si ya la han visto y son demasiado pequeños, al menos que compartan lo que tienen dentro, sus ideas, y que sirva para que lo puedan digerir emocionalmente y para la reflexión. En este punto, es importante tener en cuenta que los niños no tienen el suficiente desarrollo mental, emocional, psicológico como para ver estas imágenes y para comprender lo que ven. Es decir, pueden causar mucho daño. De ahí la importancia de control y supervisar las películas, series, libros a los que tiene acceso. Es necesario destacar que hay unos mecanismos psicológicos que se ponen en marcha como son la imitación, la identificación, interiorización de ciertas conductas o modelos.
Es importante tener en cuenta que los niños no tienen el suficiente desarrollo mental, emocional, psicológico como para ver estas imágenes y para comprender lo que ven. Es decir, pueden causar mucho daño.
Adolescentes: una oportunidad para el diálogo
En el caso de los adolescentes, que seguramente ya la han visto, es un excelente disparador para el diálogo, la reflexión conjunta en casa. Y también es una oportunidad para el profesorado, en centros escolares. “Prohibir es pretender tapar el sol con el pulgar. Es llevarlos a la clandestinidad. Es arrastrar a la curiosidad y la transgresión de las normas que se acordaron en casa. Y seguramente, las consecuencias pueden ser más complejas y dolorosas”. Prohibir nunca es una solución educativa o pedagógica. Puede ser adecuado prohibir en los colegios este tipo de juegos, incluso los disfraces que tengan que ver con la serie, pero no es la solución.
“Tu compañía, tu ejemplo, tu complicidad es fundamental para una óptima salud mental en los niños y adolescentes. No podemos prohibir o controlar sin más, nos necesitan a su lado, para aprender a reflexionar y a cuestionar todo lo que llegue a ellos”.
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