El ser humano empezó a hacer uso del maquillaje desde miles de años antes de Cristo. Muchas tribus ancestrales maquillaban sus rostros y cuerpos para fortalecerse frente a sus enemigos, y también lo empleaban en sus diferentes rituales a modo de decoración en su piel.
En el Antiguo Egipto maquillaban principalmente sus ojos con una línea negra y pigmentos verdes para resaltar las miradas.
Los griegos y romanos, con su culto al cuerpo y adoración por la belleza, continuaron esta práctica acercándola a toda la sociedad, sin importar clases ni género. El cuidado personal se valoraba muchísimo, ya que favorecía al bienestar general de la población.
Tanto hombres como mujeres se maquillaban con el fin de verse mas bellos, atractivos y sentirse mejor.
Utilizaban varios ungüentos, para dar luminosidad a sus pieles usaban polvos de mica, azafrán para sombrear los párpados, sales de plomo o polvo de carbón para delinear sus ojos (kohl) y en los labios un compuesto de óxido de hierro y ocre rojo.
Tras estos años, llegó un largo periodo algo más gris para el mundo del maquillaje. Ya que su uso pasó a reducirse casi exclusivamente a la clase social alta, la nobleza. Su objetivo entonces era el de la distinción frente a los demás. También para cubrir o esconder cualquier síntoma de enfermedad y no ser repudiados.
En el Siglo XIX, llegó a recibir incluso connotaciones negativas, siendo algo “descortés” el uso de estos productos. Los hombres dejaron de maquillarse y las mujeres se limitaban solo a un toque de colorete, lo que era propio de las señoras respetables. El maquillaje se empleaba en espectáculos y en “mujeres de vida alegre”
En tiempos más recientes, cambiaron de nuevo los hábitos y costumbres expandiéndose la práctica del maquillaje entre todas las mujeres.
Sin embargo, a día de hoy, como maquilladora, encuentro muchas de ellas que no se maquillan porque quieren mostrarse al natural, por miedo al ser juzgadas, porque no encuentran un maquillaje que les identifique, porque se ven mayores, porque ven el maquillaje como algo superficial y frívolo…
Y quizá es porque todavía no han dado con ese maquillaje que les haga sentir mejor, que se vean súper bien y les de confianza.
Al hilo de mi pasado post, Imagen y Autoestima, el maquillaje en sí podemos verlo como nuestro aliado, como esa herramienta que nos permite realzar nuestros mejores rasgos, corregir detalles e iluminar la piel.
El maquillaje tiene efectos emocionales positivos, mejorando nuestro ánimo.
Para poner ejemplos claros de ello, quiero hacer mención a la labor del movimiento “Ponte Guapa, te sentirás mejor” que lleva a cabo la fundación Stanpa de ayuda a mujeres con cáncer.
Los tratamientos oncológicos afectan muchísimo a la piel del paciente y sobre todo a la imagen personal. En Ponte Guapa, te sentirás mejor, con la colaboración de profesionales de la salud, se realizan talleres de cuidado de la piel y uso del maquillaje dirigidos por voluntarios profesionales de la belleza. Son especiales para mujeres en tratamiento, para que se reconozcan de nuevo en el espejo, recobrando su confianza y autoestima.
El sentimiento de verse mejor y dedicarse unos momentos de mimos y disfrute a una misma, hace algo mas llevadera esta enfermedad.
Otro proyecto es el llamado “Maquillaje para el alma” , iniciativa de la maquilladora valenciana Ana Albiol, que pretende llevar los beneficios del maquillaje más allá de las tendencias. Son talleres especiales para abuelitas que se encuentran en residencias para mayores. A través del equipo de voluntarios que las maquillan, estas personas se ven más favorecidas, se sienten guapas, les trae recuerdos, socializan con otras compañeras… y esto hace mejorar su estado de ánimo y bienestar.
Maquillarnos nos ayuda a realzar nuestra propia belleza y en nuestra autoestima.
El maquillaje no debe ser como una máscara donde no nos sintamos reflejadas. Atrás quedó el “pintarse como una puerta” El maquillaje, como nuestro armario, debe llevar nuestra seña de identidad, nuestro propio estilo que nos haga sentir y vernos mejor.
Te animo a que descubras cuál es el tuyo, el que vaya con tu forma de ser y tu estilo de vida. Una buena idea será apuntarte a un taller de auto maquillaje personalizado para ti o en grupo si prefieres compartir la experiencia.
Recuerda: siempre al aplicar colorete, ¡SONRÍE!
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