Busco palabras en mi mente que me permitan desarrollar el pensamiento sobre un tema tan apasionante como etéreo: el sosiego.
Desde mi absurda inquietud por hacerlo bien, busco en la RAE: quietud, tranquilidad, serenidad.
Abundando en su significado me voy a la página de sinónimos: calma, serenidad, tranquilidad, quietud, paz, placidez, reposo, relajación, moderación, ocio, silencio.
Ya tengo palabras para escribir un libro y sin embargo, apenas podré extender una humilde entrada que abarque y resuma qué es el sosiego… ni el descubrimiento de América fue tan ambicioso.
Quizás podríamos excluir qué no es sosiego, en este sentido revolotean en mi mente mil ideas disparatadas que despiertan mi sonrisa y me vuelven traviesa a mis cincuenta… milagros hay.
Sosiego interior y exterior
Por ir centrando el tema, diré que, en mi opinión, el sosiego interior es el auténtico reto personal que todo ser humano anhela.
Leo el artículo «No todas conseguimos encontrar el sosiego» (Blog: El mundo entre nosotras) y me hace pensar.
La paz que ansiamos básicamente es interior, cierto es que el caos exterior nos atrapa, agota nuestra capacidad de supervivencia y provoca un desgaste energético.
Entonces… ¿Cómo encontrar la paz, la estabilidad interior, el abandono en su más profundo sentido? Necesariamente apoyamos nuestra debilidad en «alguien» o «algo» donde aparcar nuestros infiernos.
Desde mi punto de vista creyente, la paz es consecuencia de la vida interior, es decir, del trato personal con Dios, de la confianza que depositamos en Él y por tanto, del abandono de nuestra vida en sus manos.
¿Esto implica pasividad? Rotundamente no. Pero… ¿podemos seguir hablando de sosiego?
Intento centrar el tema pero no es fácil, digamos que de un mismo tronco salen muchas ramas y todas vienen a nutrirse de una raíz común, en mi caso la fe, aunque entiendo que todas las personas, religiosas o no, tengan su particular metodología para alcanzar el famoso sosiego de marras.
¿Está todo en nuestra mente?
Obviamente sí, y viene al caso aquello que dijo la Santa de Ávila: «La imaginación es la loca de la casa«. Esto es, no es sano alojar pensamientos tremendistas o simplemente negativos que alteran nuestro estado de paz y bienestar.
Pensar que el ecosistema va a explotar en nuestras narices es una idea pésima y altamente nociva. La mente alborota y solivianta inventando historias que irremediablemente acaban mal. Dicho de otro modo, no está en nuestras manos controlar el mundo y sus habitantes.
Confiar es clave para vivir con cierto nivel de paz o sosiego.
Consultando la RAE obsesivamente
Vuelvo nuevamente a la RAE y confiar significa, en su segunda acepción, «depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa«.
Aceptemos pues, que no todo depende de nosotros, es más, avancemos en el desarrollo del pensamiento y asumamos que estamos en manos del viento, del destino, de la Providencia o de aquello en lo que queramos creer.
Llegar a esta conclusión debería proporcionarnos la paz que quizá aún no disfrutamos. ¿Podemos hablar de sosiego? Por supuesto, y de debilidad, y de margaritas en primavera, y de la pequeñez del ser humano y de su magnífica elocuencia.
Me salgo del tema. Por favor, póngame uno doble con sosiego y poca leche.
Obviamente es muy difícil hablar de sosiego en estado puro, he necesitado 556 palabras para reconocerlo. Es muy humano sentir temor, prever desgracias, adivinar peligros, sentir que la tierra tiembla bajo nuestros pies y que el cielo queda lejos.
Si además tenemos hijos, los peligros se multiplican exponencialmente y la paz huye despavorida mientras intentamos retenerla desesperadamente porque necesitamos vivir con cierta calma.
¿Podemos hablar de sosiego y del gazpacho andaluz?
Está bien, dejemos el gazpacho para mejor ocasión y retomemos la esencia de esta entrada, regresemos insistentemente al sosiego. La persona precisa niveles óptimos de paz para vivir con equilibrio.
Quizás la mujer esté más expuesta al fracaso… lo digo porque la mujer, hoy y en esta sociedad, tiene unas exigencias que desbordan al más barbado de los hombres. Llevar adelante el trabajo profesional, el familiar y además estar guapa y dispuesta ¡Es agotador!
Creo que para tener sosiego es vital un silencio introspectivo.
Aunque ese es un primer paso, obviamente hay que seguir profundizando hasta dar con el eje que sostiene nuestra existencia, entender qué escapa a nuestras capacidades y rendir nuestro ser a la evidencia de que las personas, las mujeres, no somos superwomen forever.
Por lo tanto, aplicaría aquello de paso a paso, día a día, minuto a minuto. Tenemos capacidad para centrarnos y resolver el presente, de nada sirve dejar volar la imaginación y agobiarnos con futuribles tsunamis.
En conclusión…
Pongamos de nuestra parte todo aquello que podemos hacer y después de eso, santa paz.
Busquemos en nuestra alma la fuerza que brota de manera misteriosa para sobrevivir a las adversidades.
Sintamos que somos algo más que materia y actuemos en consecuencia.
Recemos al Dios de los cristianos para que, en su misericordia, nos asista y nos libere de todo mal.
Confiemos en aquellos que nos aman y que cuidan de nosotros.
Descubramos todo lo bello, todo lo hermoso, todo lo fantástico, todo lo bueno que nos ocurre día a día y disfrutemos de la alegría de vivir.
Aceptemos que no está en nuestras manos controlar todos los sucesos.
Asumamos que el sosiego es fruto del silencio, del crecimiento personal, de la confianza en otros, de la aceptación de nuestras limitaciones.
¿Podemos hablar de sosiego? Supongo que sí, pero reconozco que el tema me dispersa, qué le vamos a hacer, en mi humilde opinión, la vida es bella y sí, es impepinable que el sosiego tiene tirón, ¿quién no lo quiere?
Soy fan de JACQUES PHILIPPE y os recomiendo su libro «La paz interior». Él mejor que yo puede explicaros de qué diantre he querido hablar.
Alzo mi copa por las mujeres valientes que buscan el sosiego en sus vidas. Sea.
Así que… Por favor, póngame uno doble con sosiego y poca leche.
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