Vivimos en la época de la tecnología y las pantallas: son fantásticas, y nos facilitan la vida. Pero, hemos tenido la suerte de educarnos en un mundo analógico, y así poder descubrir sus posibilidades y limitaciones. Son muchas la ventajas que tienen, si las ponemos al servicio de la persona.
Hace tiempo leí un artículo de un neurocientífico, Manfred Spitzer, que me gustó especialmente, porque tiene mucho sentido, y hace reflexionar sobre el uso de este medio tecnológico tan común y extendido.La educación de los hijos siempre será de tipo analógica.
Hace falta aprender en familia lo importante de la vida, interactuar con los demás, atender a los sentimientos, mirar a los ojos, sentirse valorado y querido, -nuestro mayor anhelo-, saber sorprender, imaginar, ayudar…, colaborar, trabajar en equipo…, y miles de cosas más.
Concreta la importancia del aprendizaje personal, de la figura de los padres y del maestro para estructurar el conocimiento, de la capacidad de la inteligencia y del pensamiento, que hay que desarrollar, y del retraso de la maduración que pueden producir las pantallas, si no se usan de un modo saludable, sobre todo en niños y adolescentes.
La educación de los hijos siempre será de tipo analógica. Hace falta aprender en familia lo importante de la vida, interactuar con los demás, atender a los sentimientos, mirar a los ojos, sentirse valorado y querido, -nuestro mayor anhelo-, saber sorprender, imaginar, ayudar…, colaborar, trabajar en equipo…, y miles de cosas más.
Las relaciones humanas son de la mayor relevancia. Nos ayudan a ser personas, a descubrir nuestra identidad. Hay que poner inteligencia emocional en ellas, y un niño lo aprende todo en ese ambiente entrañable. De esa forma, con cariño, y atendiendo a las necesidades e intereses de cada uno, formar la base estructural cerebral, para luego ir construyendo otros nuevos aprendizajes.
Los niños aprenden de las personas que les quieren. La curiosidad y las emociones, el saber entusiasmarse con las cosas, son importantes en el aprendizaje, y especialmente el cariño que se recibe en la propia familia. Además, necesitan un buen modelo, para ver lo que se espera de ellos.

Una pantalla no transmite nada en este sentido, ni ayuda a mostrar empatía, o leer el lenguaje no verbal…, ni a comprender y ayudar a otra persona. La interactuación personal y la resonancia que de ello se deriva, son vitales en el desarrollo personal. Como señala un gran humanista, Tomás Melendo, la persona se forja, y mejora, en la relación con otras personas.
¿Es el cerebro comparable a un ordenador…?
Más bien no. No tiene nada que ver con un ordenador, ni funciona como uno de ellos, con una capacidad de almacenamiento limitada. No se trata de llenarlo de cosas sin más… Precisa de estructuras básicas donde asentar nuevos conocimientos.
La persona aprende con vivencias y datos concretos que provienen del exterior, o del propio pensamiento y creatividad, de la memoria…, estableciendo conexiones y relaciones entre las distintas zonas cerebrales, en base a lo ya asimilado. Y tienen mucho que ver la curiosidad y el entusiasmo, las emociones.
Por ejemplo, la alegría y la sorpresa estimulan la atención, de forma que pueda enfocarse en algo concreto. Por eso, fomentar la curiosidad y la admiración, saber mirar “con ojos nuevos”, es importante para todo aprendizaje.
El cerebro es un órgano muy especial, aunque, obviamente no se reduce a solo materia y conexiones. Hay otras dimensiones esenciales, como la psicológica y la espiritual, -la más elevada de la persona-. Nos permiten llegar a ser quienes somos, pensar por cuenta propia, experimentar sentimientos, comprender, ser empáticos, actuar en libertad…, y querer a los demás.
Además, nunca está ya «acabado», siempre está en constante ebullición, y, ¡se pueden aprender cosas nuevas! hasta el último momento de la vida. Gracias a su plasticidad neuronal.
El cerebro es un órgano muy especial, aunque, obviamente no se reduce a solo materia y conexiones. Hay otras dimensiones esenciales, como la psicológica y la espiritual, -la más elevada de la persona-.
Por otro lado, cuanto más se sabe, mejor se aprende lo nuevo, porque se tiene dónde asentarlo y relacionarlo. Si algo nos apasiona, capta nuestra atención y se disfruta aprendiendo. Es ese estado de “fluir”, en el cual se produce neurogénesis y nuevas sinapsis. Es decir, nuevas neuronas, con un aprendizaje disfrutando.
Tampoco es un almacén de datos, sino que los procesa; y se basa en la conexión de redes neuronales, que relacionan la información que manejan. Por ejemplo la interconexión entre las distintas zonas sensoriales, de diferentes tipos, cognitivas, emocionales, de asociación, motoras y premotoras…
La memoria, tan importante para todo, no es un archivo polvoriento, sino que está modificándose constantemente. Es la base del pensamiento, imaginación y creatividad, y está teñida de sentimientos, motivaciones y emociones cambiantes.
Por eso, ser inteligente es poder reflexionar, y relacionar distintas cosas en el pensamiento. Cada persona es un mundo diferente: no se le puede archivar o etiquetar. Siempre está aprendiendo, cambiando, y puede mejorar, si pone ilusión y pensamiento reflexivo, gracias a dicha plasticidad cerebral.
De ahí la necesidad de usar el cerebro de forma activa: necesita un entrenamiento constante para mantener y reafirmar esas conexiones.
Adelanto la conclusión final, para centrarnos un poco en el tema: “Cuida tu cerebro, y él cuidará de ti.”
Una base…
Sin embargo, hace falta una base experiencial para aprender, y construir el propio conocimiento.
Además, el cerebro no solo maneja datos de la realidad, sino percepciones, vivencias, imágenes, recuerdos, y sobre todo sentimientos y emociones. Toda la realidad está inmersa en sentimientos, y la conocemos a través de nuestra sensibilidad y afectividad. De ahí la importancia de todas las relaciones personales, y de la resonancia de ese trato personal, que ayuda a conocerse y conocer a los demás. Conectar.
Las emociones surgen en el mundo real, con el trato hacia las personas, sobre todo en familia, primera y auténtica «escuela emocional».
Además, el cerebro no solo maneja datos de la realidad, sino percepciones, vivencias, imágenes, recuerdos, y sobre todo sentimientos y emociones.
Todo esto es importante en la personalidad, y facilita el aprendizaje y la relación con los demás. Algo constitutivo de la persona. La sensibilidad de los padres en los primeros años es lo que establece un vínculo con los hijos, mediante el cual se sienten aceptados y queridos… Notan seguridad y confianza para desarrollarse bien, para madurar, para ser ellos mismos, con sus cualidades y talentos singulares.
La persona, y más en especial los niños, aprenden cuando lo nuevo lo interiorizan sobre lo que ya saben, cuando lo relacionan con ello, y establecen un vínculo afectivo. Y los padres, y el profesor, van dando estructuras sobre las cuales construir lo nuevo. Por eso, es de veras importante, descubrir intereses y anhelos, lograr entusiasmarse.
También es necesario aprender y enseñar a utilizar el cerebro de forma proactiva, aprender a pensar por cuenta propia, a ser críticos con lo que se escucha o se ven. Realizar un trabajo intelectual a fondo, concentrarse y enfocarse en algo. Todo ello es posible gracias a esa plasticidad neuronal en constante movimiento.
Por eso, cuanto mejor se trabaja un tema, más zonas se relacionan y conectan entre sí, y se estimulan otros aprendizajes relacionados. Asimismo quedará mejor grabado en la memoria de largo plazo. Porque, las sinapsis que se usan acaban reforzadas, y las que no, desaparecen.
También es necesario aprender y enseñar a utilizar el cerebro de forma proactiva, aprender a pensar por cuenta propia, a ser críticos con lo que se escucha o se ven.
Usar el cerebro de forma activa es algo de veras importante y necesario. Por eso,«¡usa tu cerebro, o lo perderás!”
De aquí el concepto de «demencia digital», que acuñó este científico y psiquiatra, preocupante, si dependemos de pantallas, y no usamos el cerebro de forma proactiva. Lo que no se usa se atrofia, y en concreto, las sinapsis desaparecen, o no se forman, si impedimos vivencias y experiencias perceptivas reales. Muy en especial en niños y jóvenes.
Tecnología… y “efecto pantalla”
Aterrizando a la tecnología, cuando la mente está ya un mínimo estructurada, se puede introducir el mundo digital, con algunas premisas. Pero, antes, lo que puede hacer es retrasar el desarrollo y la maduración del cerebro del niño. Impedirle aprender de esas vivencias, esenciales para construir sus primeras estructuras neuronales y sinápticas. La base de todo.
Además, el uso poco saludable de pantallas impide la concentración, el aprendizaje, y la creatividad, además del pensamiento. La mejor forma de permitir y estimular ese aprendizaje es dedicar tiempos a usar el cerebro de forma activa.
A través de los medios tecnológicos, parece que se puede hacer muchas cosas, acceder a mucha información, conectar con personas de cualquier punto del mundo…, pero, todo se hace de forma superficial. Lo cual no lleva a un aprendizaje real. Incluso la mente se puede saturar y bloquear, por exceso de información, reducida a datos, sin retenerlo en la memoria, ni siquiera aprenderlo. Es lo que se denomina infoxicación. Hay que aprender y enseñar a usar la tecnología de forma saludable y responsable, como sucede en todos los ámbitos de la vida.
A través de los medios tecnológicos, parece que se puede hacer muchas cosas, acceder a mucha información, conectar con personas de cualquier punto del mundo…, pero, todo se hace de forma superficial. Lo cual no lleva a un aprendizaje real.
El navegar y pasar de un estímulo a otro nos resta capacidad de reflexionar en profundidad, así como el pensamiento crítico, la atención y concentración, la memoria a largo plazo… y la creatividad tan propia de la persona. Es lo que denomino “efecto pantalla”.
Para recibir información, procesarla y valorarla, y luego gestionarla, es preciso tener formación. No todo es cierto, ni saludable, ni aconsejable en la red… Hay que saber ser críticos, tener la capacidad de pensamiento formada, y usarla, seleccionar y filtrar. Y la formación se adquiere con las capacidades superiores del cerebro.
Por tanto, es muy importante el trabajo intelectual profundo, no solo para que no se atrofien capacidades cerebrales, sino para la creación de nuevas sinapsis y aprendizaje. Así, estimular el pensamiento reflexivo y la creatividad, gracias a esa plasticidad cerebral, que tanto hemos comentado.
Poder trabajar de ese modo inspirado, en el cual se disfruta tanto, y parece que uno puede “volar”. Y ese estado de disfrute y entusiasmo es capaz de estimular nuevas sinapsis, e incluso neurogénesis. Se aprende gustosamente, y, se remodelan redes neuronales, activando la creatividad y el pensamiento original, tan propios de una persona.
Ser conscientes de la «atrofia digital” que pueden inducir las pantallas, para cuidar el cerebro. No solo por los tiempos de uso de pantallas, sino también por los modos de usarlas.
Es muy saludable organizar tiempos en «modo concentración», para intentar «compensar» el efecto pantalla. Por ejemplo, dedicar un tiempo para pensar, leer y releer, estudiar, apuntar, hacer un esquema, un mapa conceptual… etc.
Y el silencio, tan necesario para miles de cosas…, en el que el cerebro encuentra su aliado. Para reflexionar e imaginar, para conocerse, para pensar cómo queremos actuar, para concretar o profundizar en algún conocimiento, y organizar tareas… No dejarse seducir y atrapar por estímulos que no cesan…, que muchas veces nos llevan donde no queremos ir.
Aprender a pensar, cultivar la intimidad, ser capaces de priorizar y enfocarse en algo, controlar respuestas emocionales, pensar en “modo avión”.
Por eso, ¡qué importante es atreverse a pensar por cuenta propia! Ser una persona que lleva el timón de su vida, y no solo eficiente y «resuelvetareas». Pasar del puro hacer cosas, a las cumbres del pensamiento reflexivo, que libera. No atrapado en el mundo virtual. Sin tener miedo al silencio, ni a enfrentarse a conocerse uno mismo y tratar a los demás. Ahí está la fuente de la felicidad: en las relaciones humanas. La persona está diseñada para los demás, y en ello encuentra su mayor plenitud como persona.
Por todo ello, en familia, es bueno marcar tiempos de desconexión para cuidar el cerebro. Fomentar la curiosidad, usar el pensamiento reflexivo, en modo concentración, en los que aflora la creatividad y el espíritu crítico. Atreverse a pensar y a soñar, con metas altas que agranden el propio corazón, y conecten con los demás. De nuevo, “¡usa y cuida tu cerebro, y él cuidará de ti!”
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: