“Pero es peligroso. Muy peligroso. Manejar libros aquí no es un juego. Si los SS cogieran a alguien con libros, lo ejecutarían.”
Esta novela, escrita por el periodista Antonio G.Iturbe, es resultado de la investigación de un gran descubrimiento: la existencia de la biblioteca pública más diminuta y clandestina de la historia. Investigar su historia, llevó al autor desde Polonia y la República Checa, hasta Israel, donde todavía vive Dita Kraus, la bibliotecaria de Auschwitz.
Dita nació en Praga, pero después de la invasión por los nazis de esta ciudad fue trasladada al gueto de Tezerín, y deportada a Auschwitz en 1943. Allí conoció a Fredy Hirsch, que decidió quedarse a ayudar a los judíos, antes que huir a Israel. Su iniciativa creó en el barracón del bloque 31, un refugio para la imaginación y una escuela para niños dentro del campo familiar BIIb de Auschwitz II-Birkenau, era allí donde estaba la biblioteca de tan sólo 8 libros.
“¡Pero si estoy temblando!-contestó desolada. - "Por eso eres valiente. Los valientes no son los que no tienen miedo. Ésos son los temerarios, los que ignoran el riesgo y se ponen en peligro sin ser conscientes de las consecuencias. Alguien que no es consciente del peligro puede poner en riego a cualquiera que esté a su lado. Ése es el tipo de gente que no quiero en mi equipo. A quien necesito es a los que tiemblan pero no ceden, los que son conscientes de lo que arriesgan y aún así siguen adelante.”
En 1944, 3.000 prisioneros de este campo fueron asesinados en las cámaras de gas, entre ellos, muchos niños de la escuela y Fredy Hirsch, de quién se dijo oficialmente que se había suicidado, pero en realidad fue exterminado el 8 de marzo de ese mismo año. Dita estaba en el grupo de los que fueron seleccionados para seguir viviendo. En 1944 Dita fue llevada al campo de concentración Bergen-Belsen, siendo posteriormente por las fuerzas aliadas en 1945. Se casó con otro preso del campo y tuvo tres hijos.
Cuando el autor del libro fue a visitarla, ella era incapaz de recordar los títulos de todos los libros con exactitudwi, habían pasado setenta años. Antonio Iturbe decidió rendir su homenaje contra la estupidez de la guerra seleccionando estos títulos desconocidos. Se sabía que había una novela rusa, otra en checo y otra en francés. “De manera simbólica, quise que esa novela checa pudiera ser un libro con un mensaje demoledor contra la estupidez de la guerra: Las aventuras del soldado Svejk, de Jaroslav Hasek. Y que la novela francesa fuese El conde de Montecristo, por que nos permite ver el grado de humillación e injusticia a que puede ser sometido un inocente y nos enfrenta al dilema de la venganza”, cuenta Antonio Iturbe , quién destaca la figura de Fredy Hirsch. Le describe como un atleta capaz de sobreponerse a su propio miedo para que quinientos niños sobrevivieran con lo libros de papel y otros en la cabeza de sus tutores. Niños esqueléticos y sometidos a experimentos y atrocidades, cuya imaginación alimentaba su vida gracias a la montaña embrujada de Mann, descubrían el mundo con H.G.Wells, o viajaban por él gracias a los mapas coloreados del atlas.
Según el autor, “La bibliotecaria de Auschwitz” no sólo quiere ser una historia de Auschwitz, sino un homenaje a la lectura. A falta de pan, la lectura es el hueso de jamón que echamos al caldo de la vida para que sea más sabrosa.”
La lectura, el conocimiento humano, la imaginación, como base de comunicación de ideas e ideales, acompañan al hombre, alimentan su alma, dan alas que ayudan a sobreponerse en las circunstancias más duras, y esto es una muestra, como otras muchas más a lo largo de la historia. El valor de dar la vida por los demás, por un ideal, llevó a Dita a jugársela escondiendo los libros bajo su vestido. No se rinde y nunca pierde las ganas de vivir ni de leer, dando un verdadero ejemplo de coraje, defendiendo algo prohibido como eran los libros, en un lugar terrible donde “empezar un libro es como subirse a un tren que te lleva de vacaciones”.
Este libro obtuvo el II Premio Troa de “Libros con Valores”.
“Al final, H.G.Wells tenía razón y en verdad existe la máquina del tiempo: son los libros”.