Es curioso como es la mente de los niños, como en medio del horror que les toca vivir, su mente inocente les abstrae de la realidad y las traslada a una vida paralela donde la imaginación, y pensar «siempre bien» es una protección. Anton su amigo y la Revolución Rusa, es una oda a la inocencia infantil y la amistad. Es la buena intención de un niño lo que salva a Antón y a su amigo del dolor de las pérdidas.
Anton vive en un pueblo diminuto cerca del Mar Negro. Corre el año 1919 y a pesar de haber terminado la Gran Guerra en Europa, en Ucrania los bolcheviques avanzan, quieren grano e iban eliminando de forma cruel a todo aquel que no colabora, o incluso al que colaboraba. sobre todo en esa región poblada por campesinos de origen alemán.
El abuelo de Anton fue un emigrante alemán, uno de los muchos que emigraron a Ucrania para trabajar y cultivar sus tierras. Anton su amigo y la Revolución Rusa es la historia de gente honrada y trabajadora, que tenía una vida tranquila en la que los protagonistas son dos niños, muy amigos. Antón es cristiano y su amigo Jacob es judío que tienen una mirada inocente hacia lo que están vi viendo a pesar de las pérdidas familiares de ambos. En medio del desconcierto y el asesinato de familiares ellos encuentran un mundo ajeno a la realidad, en el que comparten e investigan, juegos, fe y aventura, evadiéndose del mundo cruel de los adultos. Todo está tratado y presentado de forma cuidadosa, reflejando el ambiente tranquilo de la mente de los niños, la paz de las personas y sus rostros de aceptación de su dura realidad. Las imágenes desfilan como las recuerda el niño que las vivió: momentos familiares, preocupación de los adultos, momentos solo compartidos por los dos amigos.
Destaca y casi choca en el mundo actual la coherencia de los adultos, que está por encima de su instinto de supervivencia, de protección de la infancia y de sus actos inocentes e incluso bondadosos a pesar de las terribles consecuencias de los mismos. La buena voluntad domina sobre la culpabilidad y la acusación. No les culpan de nada, todo lo contrario refuerzan la decisión tomada por bondad errática, errores que no tuvieron reproches.
Otra de las características de la película es el verdadero significado de la amistad porque, juntos, Anton y Jakob encuentran fuerza y consuelo. Se trata de una amistad moldeada por las circunstancias, por la aceptación de las diferencias, o por la fascinación de ambos en la contemplación de las nubes y el significado del cielo tal como ellos lo imaginan. Aunque Anton es católico y Jakob judío, su amistad es más poderosa que sus diferentes orígenes religiosos. Su confianza mutua cuando eran niños y el mundo imaginario que crean los protegen del miedo, la violencia y las divisiones que los rodean, en contraste total con el cruel mundo de sus adultos
La obra es otra maravillosa película del cineasta georgiano Zaza Urushadze, que murió en 2019, seleccionada en el Jerusalem Film Festival, en el Toronto Jewish Film Festival y en el Jewish International Film Festival (JIFF), entre otros eventos cinematográficos, la propuesta es un canto a la paz y el amor. Está basada, aunque no todo pasó así, en el libro homónimo del canadiense Dale Eisler, que participa en el guión, Antón era su tío, señala el coguionista. «Mientras crecía, ella me hablaba de aquel día de 1919, cuando asistió a la muerte de su padre, tras ser abatido por la milicia bolchevique al alcanzar Ucrania», le contaba su madre.
«Combina tragedia con venganza, miedo con esperanza, todo contrastado con la inocencia de la infancia», comentó en su día el director al finalizar el rodaje.
La película termina como empieza, en paz.
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