«Si existen los atracones y el hambre emocional es porque es porque podemos superarlos, porque somos mucho más que ese instinto que a veces nos controla. Solo necesitamos escuchar y reconocer el porqué y el para qué de su existencia para saber y el para qué de la muestra». Sumati
Sumati, autora de este libro, introduce el concepto de hambre emocional y su origen. El ser humano se ajusta, en su forma de actuar, a tres instintos primarios: conservación, perpetuación y el de superación.
El hambre, el deseo de alimento, es una manifestación del instinto de conservación. Al igual que el aire es necesario para respirar, también lo es el ingerir aquellos alimentos cuyos nutrientes permiten llevar a cabo todas las actividades del día.
El hambre es un impulso, un mecanismo cuya finalidad es muy obvia: que nonos olvidemos de ingerir alimentos. Solo cuando sentimos hambre física es cuando el organismo está preparado para comer y hacer correctamente la digestión. En cambio, el hambre emocional es, a menudo, un síntoma de algo que tiene poco que ver con la comida. Sus causas son muchas, y van desde la desconexión con la persona hasta el impulso de tapar o anestesiar algún contenido interno doloroso y que no se quiere ver.
El libro intenta ser una guía para aprender a identificar diferentes tipos de hambre.
Se distingue entre el hambre que viene motivada por el falso placer, es decir aquel que se despierta cuando queremos darle al cuerpo el disfrute a corto plazo. También está el hambre motivada por la ignorancia que aparece cuando, de forma inconsciente, queremos tapar con la comida algo que no nos gusta de nuestra vida. Se pretende evitar la responsabilidad y salir de la zona de confort.
Algunas claves para reconocer si tienes hambre emocional
- Si no sabemos si tenemos hambre o no es porque no teneos hambre física en realidad.
- El hambre física aparece poco a poco, mientras que el hambre mental o emocional llega de repente.
- El hambre emocional nos genera la necesidad imperiosa de comer, sí o sí.
- En presencia del hambre emocional, podemos seguir comiendo aun sintiendo que estamos llenas.
- Tras comer con hambre emocional nos sentimos culpables.
El 96% de las personas que hacen dieta recuperan más kilos de peso de los que perdieron.
El problema surge cuando en vez de acudir a los alimentos que nos hacen sentir bien, acudimos a aquellos que hemos tenido prohibidos: los que contienen calorías vacías (harinas, levaduras y azúcares: bollos, palmeras, dulces de todo tipo), los cuales generan energía rápidamente- y nos quitan poco tiempo, por la bajada de glucosa que producen en la sangre_ y nos hacen ganar peso, porque no sacian -producen ansiedad y crean la necesidad de comer más; y, así, fomentan la ingesta emocional-.
De esta forma, nos alimentamos de una forma que no es acorde con los requisitos del cuerpo, al que no escuchamos, y nos generamos unas necesidades que no corresponden a la nutrición física de nuestro organismo. Solemos comer desde la mente
Movimiento «antidieta»
Al igual que otros expertos, la autora se suma al movimiento de defiende que las dietas no funcionan. El 96% de las personas que hacen dieta, recuperan más kilos de peso de los que perdieron por la obligación de comer ciertos alimentos, así como la obligación de otros. Además considera que renunciamos a nuestra intuición por hacer caso a un médico o un nutricionista o a determinado estilo de vida impuesto.
El problema surge cuando en lugar de acudir a alimentos que nos hacen sentir bien, acudimos a aquellos que tenemos prohibidos, alimentándonos de una forma que no es acorde con los requisitos del cuerpo, comiendo desde la mente.
¿Alimentamos el estrés?
El problema es que nuestro cuerpo se prepara ante el estrés como si fuéramos a implicarnos en una actividad física peligrosa. Aún no se ha adaptado a la nueva sociedad, en la que el estrés no se produce como respuesta a una situación propia de la sabana África, sino dentro de una oficina delante de un ordenador. El desajuste que tiene lugar entre la respuesta del organismo y las necesidades de la sociedad es el responsable del efecto negativo que tiene el estrés en la actualidad. Cuando no sabemos gestionarlo, se vuelve crónico, y genera graves problemas de salud. Ante el estrés, el cuerpo nos pide azúcar en forma de chocolate o cualquier forma de hidrato de carbono refinado para recuperar rápidamente la energía que, supuestamente, hemos perdido. Pero lo que realmente nos está pidiendo al reclamar azúcar es que nos relajemos y cuidemos más.
Si no escuchamos este mensaje entramos en un círculo vicioso muy negativo, que perjudica gravemente nuestra salud y fomenta el estrés, la ansiedad y el hambre emocional.
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