Hace unos días, circulaba por redes sociales un video de una manada de lobos. Expresaba, de forma sencilla y metafórica, la diferencia entre un mal líder y uno bueno. Los lobos llegaban exhaustos a un lago para beber agua, pero estaba congelada, por lo que calmar su sed tenía una dificultad añadida. En la primera escena, el supuesto líder de la manada, se abría paso entre la multitud y llegaba el primero al lago. Conseguía abrir un agujerito y beber el agua antes que ninguno, ante la atenta y suplicante mirada de todos. En la segunda escena, otro lobo se acercaba al lago y empezaba a romper el hielo con toda su fuerza, con el fin de que el agua saliera a la superficie. En vez de beber él primero, conseguía que todos pudieran hacerlo al mismo tiempo… Está claro cuál es el verdadero líder.
Los nuevos tiempos requieren nuevos líderes. Parece que los políticos, en general, andan desorientados en la gestión de las distintas crisis. Sin anticipación y rapidez de respuesta, baja tendencia a la cooperación y al entendimiento, pocas habilidades de comunicación, nula empatía con las necesidades físicas, económicas y emocionales de los ciudadanos…
En Madrid llueve sobre mojado, con un año de enfrentamientos políticos a causa de la pandemia, la mala gestión, la falta de previsión ante la llegada de la borrasca Filomena y el nuevo temporal de lluvia. Las alcantarillas están desbordadas y los ciudadanos también. Nos quedamos en casa cuando nos lo piden, por el bien común. Salimos a la calle cuando hay que quitar nieve, armados de pico y pala, por cooperación ciudadana. Los sanitarios y trabajadores esenciales se sienten sobrepasados, frustrados y poco valorados, pero siguen al pie del cañón como el primer día, por vocación. Al igual que los educadores… Durante el temporal de nieve, las madres y los padres de familia nos preocupamos de ser previsores, tener la nevera llena y anticiparnos a que nuestros hijos no podrían asistir al colegio en la fecha señalada, a causa de la nieve. Pero nuestros dirigentes siguen improvisando y dando directrices de última hora. Una ciudad o un país, no pueden funcionar bien con incómodos silencios o ruido de palabras, sin claros y eficientes protocolos de actuación y a base de voluntarios para todo.
La semana pasada los niños volvieron al colegio. Pero muchas calles y accesos a colegios, dos semanas después de la gran nevada del siglo, seguían llenos de nieve convertida en hielo. Me llamó la atención un detalle a pie de calle. Una madre intentaba caminar sobre el suelo nevado, convertido en pista de patinaje de alto riesgo. Empujaba el carrito de su bebé con una mano, mientras con la otra agarraba a sus dos niños pequeños que le seguían en fila, muy despacio. Ella iba abriéndoles el camino, como aquel lobo, líder de la manada “rompiendo el hielo”, mientras llovía…
El mundo se ha convertido en un lugar inseguro, con instituciones, personas y palabras poco fiables. Los verdaderos líderes deberían velar por la seguridad y los derechos de los ciudadanos, por encima de cualquier oportunismo político o personal. Proteger a su pueblo ante las inclemencias de cualquier tipo, como esta madre con sus hijos.
El líder de la manada desaparece, cuando surgen nuevos líderes. Y muchos políticos están dejando de ser un referente, debido a su mediocridad, inacción y vanidad. Los héroes agresivos, poderosos, embusteros y prepotentes, están de capa caída. Los nuevos héroes van sin capa ni espada, con la verdad por delante, mostrando su vulnerabilidad, abriendo su corazón y pisando fuerte, pero con humildad.
El liderazgo social está eclipsando al liderazgo político. Hoy, muchos ciudadanos con trabajo constante, espíritu de cooperación y búsqueda del bien común, son fuente de inspiración o reflexión para iluminar el camino y generar el cambio. No importa la edad, ni la raza, la profesión o la condición social. Investigadores y filósofos que buscan respuestas. Escritores, cineastas, artistas y oradores, que aportan distintas historias y percepciones. Sanitarios que nos cuidan, trabajadores que nos protegen, madres que tiran del carro, maestros que nos guían… Personas invisibles que poco a poco dejan de serlo, por sus acciones, que unidos trabajan por un nuevo comienzo, un nuevo amanecer y una nueva esperanza.
Como dijo Amanda Gorman en su poema “The Hill We Climb”:
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