Jaime Ordóñez Martí-Aguilar, nacido en Málaga el 19 de agosto de 1971, no es cualquier actor. Es un gran profesional de lo más camaleónico, que tiene muy claro que en la sencillez y la cercanía está el buen hacer de los que se dedican a su profesión. Trabajador incansable, cercano, perseverante y muy disciplinado, nos hace, en esta entrevista, un repaso por su trayectoria profesional y su vida familiar.
WOMAN ESSENTIA.- Polifacético, carismático, un rostro conocido no solo en TV, también en el cine español. ¿Qué te llevó al mundo de la interpretación?
Jaime Ordóñez.- Creo que tenía unos veinticuatro o veinticinco años. Trabajaba en el negocio familiar y un día decidí plantarme. Le dije a mi padre que quería intentar conseguir el sueño de mi vida, que era el de ser actor. Mi familia me apoyó y empecé a estudiar Arte Dramático en la ESAD del Conservatorio de El Ejido, en Málaga. Al tiempo los músicos reclamaron su espacio y a los de la escuela nos trasladaron al Instituto Pasteur, en unas condiciones precarias. Ensayábamos en los pasillos del Conservatorio, con la gente transitando y viendo cómo te preparabas un papel. Entrábamos en la Sala Falla a hurtadillas, para poder practicar la proyección de voz… Pero salimos adelante, porque lo importante en la vida es la voluntad. Dicen que las dificultades acrisolan los mejores pensamientos, y todo lo bueno de la vida está fuera de la zona de confort. Hoy en día la ESAD es una de las mejores escuelas de Arte Dramático y tiene unas instalaciones espectaculares, un teatro brutal, es una facultad más.
WE.- ¿En qué año te licenciaste en Arte Dramático?
JO.- Fue en el año 2000. Tuve un buen expediente académico, ya que la nota final de mi carrera fue de 9,3. A día de hoy nadie ha superado esa calificación. Con la beca que me concedió la Junta de Andalucía, me trasladé a Madrid y estudié en la Escuela de Juan Carlos Corazza durante cuatro años. Creo que la formación es muy importante. A una escuela hay que ir con actitud de aprender, de rescatar todo lo que puedas. Es lo que hice cuando entré en la ESAD. Tengo que hablar de una de las personas que más y mejor me enseñó, mi profesora de Técnica vocal, Mª Paz Redoli. Tras mi trabajo en Mi gran noche, recibí de varios medios de comunicación muy buenas críticas por mi “magnífica vocalización”. Antes de conocer a Mª Paz te aseguro que yo hablaba de otra manera. Veo vídeos antiguos míos y no me reconozco. Me enseñó a vocalizar, dicción, las matizaciones de la voz, a transmitir emociones… Me ayudó mucho y seguimos siendo buenos amigos.
WE.- ¿Qué tal tu recorrido para llegar hasta donde has llegado?
JO.- Un camino muy complicado, una auténtica travesía del desierto. Estaba acostumbrado a que no me faltara de nada gracias a mis padres, y de hecho, cuando decidí dejarlo todo por la actuación, me prestaron su ayuda siempre que me hizo falta. Los comienzos fueron duros y las pasé canutas. No tenía nada. Lo que he conseguido me ha costado tanto y ha llegado de una forma tan paulatina, que sé que todo en la vida es relativo. Hoy estás arriba porque estrenas una película, y mañana es historia. Así que tienes que tener los pies en el suelo. La experiencia de mis inicios me forjó una personalidad que hace que lo valore todo.
Mi planteamiento general es que solo se vive una vez, así que quiero arrepentirme de lo que hago, no de lo que dejo de hacer. No actúo con los demás como no quiero que hagan conmigo, así que soy todo lo educado que se puede ser. Hoy en día se ha institucionalizado la mala educación. Por eso siempre intento contestar todas las llamadas, los mensajes o los correos que recibo. Trato a la gente como me gustaría que se me tratara. No es falsa modestia, es simplemente normalizar las cosas y mentalizarte de que tienes un trabajo como otro cualquiera, pero de cara al público, sin más. Reconozco mucho más valor a un cirujano que salva vidas que a nosotros los actores, cuya responsabilidad es la de llevar un poco de entretenimiento y felicidad a las personas. Lo peor de esta profesión es la inestabilidad, la inseguridad, la incertidumbre que te genera en ocasiones.
Hoy en día se ha institucionalizado la mala educación. Por eso siempre intento contestar todas las llamadas, los mensajes o los correos que recibo.
WE.– Me ha llamado mucho la atención saber que ahora vives en el barrio de Huelin, en Málaga…
JO.– Tengo una casa en el barrio de Lavapiés, en Madrid, pero ahora vivo en Huelin, que es un barrio muy malagueño y muy marítimo. Me crié aquí muy cerquita, en Muelle de Heredia. Estoy muy apegado a mi tierra. He pasado veinte años en la capital, de exilio, intentando alcanzar mi sueño de ser actor y llevando a cabo mi carrera. Ahora viajo a Madrid ocasionalmente, por temas de trabajo. Cojo el AVE, paso allí unos días y vuelvo. Cada vez me cuesta más salir de aquí.
WE.– ¿Desde cuándo estás instalado en Málaga?
JO.– Desde hace tres años, coincidiendo con el comienzo del rodaje de mi película, “El berrido de los silencios”. Creo que ha sido la coartada perfecta para mudarme. Y lo más importante es que mi pareja, Estela, vive y trabaja en Málaga. Mi familia se dedica al tema de los vinos. Ella trabaja con uno de mis hermanos.
WE.– Háblame de tu padre y de ese vínculo familiar con el mundo del vino.
JO.– Mi padre, José María, trabajaba por las mañanas en Tabacalera, y por las tardes sacaba adelante su negocio de vinos. Se esforzaba mucho para que no nos faltara de nada. Era muy trabajador. Debido a su falta de tiempo, cada vez que yo tenía alguna obra durante el período que estuve estudiando Arte Dramático, no podía venir a verme. Mi madre no faltaba nunca. Casi terminando la carrera, en cuarto curso, me llevé una gran alegría, porque mi padre fue un par de veces a verme actuar en una obra de teatro contemporáneo y en una zarzuela, con la que disfrutó muchísimo. Ya viviendo en Madrid, actué en la serie de TVE Calle nueva. Algún capítulo llegó a ver. Vine a pasar unas navidades con la familia a Málaga. Mi padre estaba delicado de salud. El día 6 de enero yo tenía que volver a Madrid. Nos despedimos con un abrazo en el umbral de la casa. Iba a coger ya el ascensor y no sé si fue por un presentimiento o qué, pero el hecho es que me volví a la puerta para abrazarle otra vez. A los tres días me llamó mi hermana… Me quedó la pena de no haberme despedido de él, porque cuando llegué a Málaga ya había fallecido. Siempre está presente en mi vida.
Con respecto al tema vinícola, te diré que soy el cuarto de cinco hermanos, y durante algún tiempo formé parte del negocio familiar, hasta que me di cuenta de que aquello no era lo mío. Mi hermano Javier tiene su empresa, Ordóñez Distribuciones, en la que trabaja con vinos Premium, primeras marcas de todas las zonas de España. Jorge elabora el «Botani » con uva moscatel, en Almáchar. Mi hermana Victoria hace el vino «La ola del melillero», muy malagueño, con uva pedro ximénez. Todos son vinos blancos secos, para acompañar con la comida. Mi hermano pequeño, José, se ha trasladado a vivir a Madrid con su familia, porque sus hijos querían estudiar allí y su profesión no tiene nada que ver con la del resto de mis hermanos.
WE.- ¿Qué dedicación tenía la mamá Ordóñez?
JO.– Consuelo, que así se llama, ha sido siempre ama de casa, la profesión más ingrata. Imagina… Sacaba tiempo para atender su hogar, a su marido y a sus cinco hijos sin ayuda. Nos educaba, nos formaba… Cuando eres niño no le das valor a todo eso, pero te haces adulto y piensas: ¿Pero cómo pudo mi madre con todo aquello? Hoy en día me temo que, por la falta de tiempo, la educación se delega mucho en las tecnologías modernas.
Mi madre tiene ochenta y tantos años, no sé exactamente cuántos, pero es muy luchadora, fuerte y tiene una buena constitución. Debe ser herencia de mi abuela, que vivió ciento y pico años.
WE.– Imagino lo orgullosa que debe sentirse tu madre viendo que has conseguido hacerte hueco en el mundo de la interpretación, algo que no todos consiguen.
JO.– Mi madre se siente muy orgullosa de sus cinco hijos, no solo de mí. Y yo de ella. Reconozco toda su labor. Además, ha sido una persona fundamental en mi trayectoria profesional. Cuando decidí empezar la carrera de Arte Dramático me sentí muy apoyado por ella. Me ayudaba con todo, incluso con los vestuarios. Fue la persona que me dio el empujón que necesitaba para ir a Madrid a perseguir mi sueño. Le regalé La Biznaga de Plata que recibí en el Festival de Cine de Málaga por mi interpretación en la película El Bar. La tiene en el salón de su casa, es suya.
WE.- ¿Cuál es tu historia con Estela, tu mujer?
JO.- Estela es un pilar fundamental en mi vida. Es un soporte esencial para mí. La conocí porque trabaja en las oficinas de mi hermano, y me la presentó una noche durante una cena de empresa que él organizó. Pienso que el hecho de que ella no se dedique a mi profesión, es mejor, nos beneficia a ambos. Al no tener el vínculo laboral, tenemos uno mucho más profundo, que es el de cuidarnos mutuamente. Llevamos juntos diez años. Me da sosiego y estabilidad. No tenemos hijos, pero tampoco descartamos tenerlos en un futuro. Parafraseando al gran Clint Eastwood en Los puentes de Madison: «Nunca había dicho esto antes, pero esta clase de certeza solo se presenta una vez en la vida». Y así lo siento. Estela es mi amor verdadero.
Tengo ocho sobrinos a los que quiero con locura. Ahora que son mayores van a su aire, pero guardo muchísimos recuerdos de cuando eran más pequeños.
WE.- ¿Cómo empezaste a trabajar con José Mota?
JO.- Me presenté para un casting y me eligieron para formar parte del elenco del musical “Cuando Harry encontró a Sally”, en el Teatro La Latina de Madrid. Santiago Segura, que es muy aficionado a los musicales, acudió a verlo y quedó encantado. Es muy amigo de José, así que lo trajo una noche a ver la obra, y fue Santiago quien le propuso que me contratara para colaborar con él. Y eso he hecho durante dieciocho años. Empecé en Cruz y Raya, que es algo que no sabe mucha gente. Luego José se independizó de Juan Muñoz y seguí con él en José Mota Presenta, La Noche de José Mota, El humor de José Mota, La Hora de José Mota… Como la vida es una serie de casualidades y causalidades, gracias a eso, Álex de la Iglesia me vio en un par de especiales de Fin de Año. En uno imité a John Travolta en su personaje de Vincent Vega, en Pulp Fiction. Y en otro a Kevin Spacey, en su trabajo como John Doe en Seven. De todo esto surgieron mis tres películas con Álex: Las brujas de Zugarramurdi, Mi gran noche y El bar.
WE.- ¿Cuáles fueron tus primeros largometrajes?
JO.- Mi debut en el cine fue en Reinas, de Manuel Gómez Pereira. Los siguientes fueron Niñas, de Alfredo Montero, Torrente 3, de mi amigo Santiago Segura, y El signo de Caronte, de Néstor F. Dennis, que además se estrenó en el Festival de Cine de Málaga. El antes y el después en mi carrera lo marcó Manuel, el taxista de Las brujas de Zugarramurdi, porque fue mi primer trabajo con más peso protagónico.
WE.- En estas películas, De la Iglesia repite elenco no solo contigo, también con actores como Terele Pávez, Mario Casas, Santiago Segura, Carolina Bang, Blanca Suárez, Hugo Silva, Secun de la Rosa…
JO.- En realidad tiene sentido. A Álex le gusta trabajar con actores que conoce porque sabe qué puede pedirles y qué no. Ya tiene la confianza con ellos, por lo tanto hay un camino recorrido. Todo es más cómodo. No es lo mismo dirigir a alguien con quien tienes que romper el hielo. Se divierte con su elenco habitual. Le gusta salir con sus actores y disfruta mucho con todos. Me encanta trabajar con Álex porque sus personajes viven al límite, son muy intensos, como yo. Él también lo es. Además, yo siempre intento aportar algo a mis personajes y él me lo permite. Sus películas conectan mucho con el público.
WE.- Quedé muy impresionada con tu trabajo en El bar. ¿Fue duro convertirte en Israel?
JO.- Es el personaje más difícil de todos los que he interpretado, al menos a nivel de exigencia física y emocional. Tuve que prepararme en solo dos meses. Perdí doce kilos en ese tiempo y Álex me requirió una presencia fuerte para poder intimidar a Nacho, papel que interpretó Mario Casas.
WE.- En las tres películas de Álex de la Iglesia coincidiste con una grande no solo del teatro, sino del cine español. ¿Qué recuerdo guardas de haber trabajado con una señora como Terele Pávez?
JO.- Terele me llamaba “mi actor inglés”, porque decía que era muy metódico en mi trabajo. Fue una mujer con mucho carácter y un talento impresionante, toda una dama de la interpretación. La quería muchísimo. La última película que hicimos juntos fue El Bar. Se estrenó en marzo de 2017 y ella murió unos meses después del estreno. Me mandó una nota de voz para darme la enhorabuena y elogiarme por mi trabajo. Todo fueron halagos y palabras de cariño por mi papel, desde su sencillez. Guardo ese audio…. Sus palabras fueron el legado que me dejó como despedida. Fue un privilegio ser su compañero. También agradezco haber trabajado con Carmen Maura, que me despertaba admiración desde pequeño. Es una mujer educadísima, con una clase tremenda. Pasé texto con ella en su autocaravana, a la que no dejaba entrar a cualquiera. Fue todo un honor trabajar con Carmen.
WE.- ¿Quiénes son tus highlights en lo que a tu carrera se refiere?
JO.- En teatro Ricardo Pereira, con el que desarrollé prácticamente toda mi labor teatral. Los hermanos Laura y Alberto Caballero, que me dieron popularidad con mi personaje de Aquí no hay quien viva y para los que también trabajé en La que se avecina. Y por supuesto mis amigos José Mota y Álex de la Iglesia.
WE.- ¿Vas a retomar tu andadura teatral?
JO.- A mi madre le encantaría. De momento estoy centrado en mi película. Sí me gustaría más adelante coger un buen texto y subir de nuevo a un escenario.
WE.- Me tienes que hablar de tu trabajo actual, El berrido de los silencios.
JO.- Siempre he tenido la inquietud de dirigir, y nunca he dejado de grabar cosas. Soy muy emprendedor. La idea de esta película me surgió hace diez años. Es un homenaje a Málaga y a la historia del cine. Para mí es todo un reto personal y estoy disfrutando mucho haciéndola. Es mi trabajo diario. Evidentemente pago un alto precio por llevar a cabo este proyecto de manera independiente, sin subvenciones públicas, porque no es una película fácil y mis ambiciones son grandes. Mi plan era trabajar en ella parcialmente. Ha ido creciendo y requiriendo de más tiempo y dedicación. Se está desarrollando aquí y en diferentes entornos de la provincia. Cada día se graba en un lugar distinto de Málaga, lo cual la ralentiza, ya que eso supone trasladarte con los equipos y no es tan sencillo. Tengo más de trescientas empresas implicadas en mi proyecto, y son las que son por su excelencia y su malagueñismo. Ahora mismo está todo paralizado por el estado de alarma. Falta un tercio para terminar, pero llevamos seis o siete meses de rodaje en el cómputo total de horas, y mi deseo es que se pueda estrenar en el año 2023.
WE.- Con suerte, en unos días los malagueños pasaremos a la fase 2 de la desescalada tras el estado de alarma por la COVID 2019 . ¿Cuál es tu visión de la gestión que se ha hecho del coronavirus en España?
JO.- Creo que todas las acciones y restricciones que se han llevado a cabo desde que empezó la crisis han sido las correctas. ¿Mi impresión? Que han llegado a destiempo. Esto se tenía que haber intentado parar mucho antes. En política la anticipación es conveniente. Desde que se conocieron los primeros casos fuera de China, se tenían que haber cerrado las fronteras, entre otras medidas. Esperemos que esto pase cuanto antes.
WE.- Tengo curiosidad por saber a qué actores y actrices admiras o a cuáles has tenido como referentes a la hora de trabajar…
JO.- Admiro mucho a Al Pacino, por ejemplo. Es difícil quedarse con uno. Hay grandes actores, pero si tuviera que elegir, me quedaría, sin duda, con Anthony Hopkins. Es admirable. Y de los actuales, te diría que Joaquin Phoenix. El papel de Joker fue un trabajo sublime. La actriz de cine clásico que más me ha gustado siempre es Katherine Hepburn. Me quedo también con la versátil Meryl Streep y, cómo no, con Terele. Javier Bardem se vacía en cada personaje, se toma muy en serio su profesión. Aunque por su trayectoria, por carisma, por esfuerzo, superación, por personalidad, por humildad… tengo que admirar infinitamente a Antonio Banderas. Ha trabajado con los mejores de Hollywood, y ha luchado mucho por conseguir todo lo que tenía en mente. Ahí está su teatro como muestra. Me gustaría mucho poder trabajar con él alguna vez. Sería un sueño. Y tenemos muchas cosas en común: los dos somos Leo, muy metódicos, muy pasionales, muy luchadores y muy emprendedores.
Agradecimientos: Chico Banderas, Teatro del Soho Caixabank y Tercer Acto.
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