Estuvimos en Tanzania y no pudimos resistir la llamada de los Masái.
En los años 1940 los Masái de Tanzania fueron desplazados de las tierras fértiles entre el Monte Meru y el Monte Kilimanjaro y de la mayoría de las tierras altas fértiles de Ngorongoro. Les arrebataron más tierra para crear reservas de caza y parques nacionales: Amboseli, Parque Nacional de Nairobi, Masái Mara, Samburu, Lago Nakuru y Tsavo en Kenia; Manyara, Ngorongoro, Tarangire y Serengeti en Tanzania.
De las 120 tribus que hay en Tanzania, actualmente sólo 5 de ellas luchan por seguir manteniendo su cultura y tradiciones, una de ellas son los conocidos Masái, un pueblo de orgullosos guerreros y pastores, que se niega a dejarse absorber por los avances…eso sí, la mayoría de ellos habla inglés. Aunque la creación de fronteras y la imposición de límites territoriales obligó a ciertos cambios en su estilo de vida, este no fue tan drástico como en el caso de otros pueblos nómadas
Cuenta la leyenda que su dios tuvo tres hijos a los cuales hizo un regalo, al primero regaló una flecha para cazar, al segundo, una azada con la que arar y al tercero un cayado para guiar al rebaño. Según su tradición, este último se convirtió en el padre de los Masái, y por ello piensan que les pertenece todo el ganado de la tierra.
Visitamos uno de sus asentamientos llamados manyattas, círculos de chozas, rodeadas de empalizadas o bomas donde se encierra al ganado. Es en el poblado es donde transcurre la vida cotidiana de los Masái. Las chozas se construyen sobre una base de ramas, recubierta posteriormente por barro y excremento de animales.
Las mujeres estaban en un segundo plano, eran ellos quienes se acercaban y entablaban conversación, ellas estaban haciendo abalorios, collares de bolitas de colores y figuras de animales que luego intentaron vendernos…por supuesto.
En el poblado en el que estuvimos, todos los hombres eran hijos del jefe, y todas las mujeres eran esposas o hijas del mismo señor. Es decir estaban todos relacionados en alguna línea familiar, por ello siempre se casan con personas fuera de la tribu a la que pertenecen, para evitar problemas de consanguinidad.
Es normal que el hombre sea «poseedor» de varias mujeres y tenga tantas como quiera, y si es muy rico puede llegar a tener incluso 20, aunque la mayoría tiene cinco, siendo habitual la gran diferencia de edad entre el hombre y las esposas más jóvenes. La mujer duerme en su choza y es el marido el que va eligiendo cada noche donde duerme. Se da la rara aceptación de que si un hombre no puede tener hijos, otros hombres de la tribu lo harán para él, pero sin poder reclamar los hijos como legítimos. Las esposas y los hijos son los que trabajan para mantener la economía familiar.
La esposa vale tres vacas, dos ovejas y un buey
Aunque todo esto parezca muy machista, en realidad la promiscuidad de la mujer está permitida, pudiendo llegar a tener relaciones sexuales con cualquier hombre de la tribu siempre que ella quiera, y en el supuesto de que haya sido sin su consentimiento, esta puede matar a su agresor. En caso de que este escapara, su ganado pagaría por él siendo sacrificado como alimento.
Es habitual que el matrimonio de las niñas esté pactado por sus padres desde pequeñas, pero desde el rito de iniciación se les permite relacionarse con los jóvenes guerreros que deseen. Aunque pueda parecer lo contrario, la sociedad Masái es muy abierta a este respecto, ya no está mal vista la promiscuidad femenina ni masculina.
Además de hacer sus ornamentos como collares y abalorios, la principal tarea es el cuidado de los hijos. Los niños más pequeños iban a la escuela del poblado donde se enseñaba inglés y nociones de matemáticas. Para ellos hablar inglés es uy importante ya que es la forma de comunicarse con los turistas… una de sus principales fuentes de ingresos.
La mayoría de los Masái eran altos y de fisonomía esbelta, con indumentaria formada por mantas de colores atractivos, telas teñidas sobre todo en varios diseños de cuadros en tonos rojos y azules. Nos contaron que el rojo era un color más característico de los hombres, mientras que en las mujeres dominaba el azul. Eran telas muy gruesas para el calor que hacía en esta época del año, luego deducimos que usarían las misma vestimenta durante todo el año, añadiendo simplemente capas. Las mujeres además se adornaban con collares, que superponían uno sobre otro.
Lo que nos llamó la atención fueron sus sandalias, hechas de neumáticos recortados, eran muy originales y seguro que prácticas…
Nada más llegar, y a modo de saludo y buen recibimiento, nos hicieron una de sus danzas, los hombres se colocaron en un semicírculo y se iban turnando para hacer demostraciones de saltos en el centro, en turnos de dos o tres, y manteniendo el ritmo en todo momento. Mientras tanto, las mujeres cantaban moviendo la cabeza hacia delante y hacia atrás. Estaba claro que la demostración era de ellos.
Durante sus rituales y las celebraciones, que son muy numerosos, llevan sus mejores trajes hechos con la mejor lana, mientras que las mujeres añaden al conjunto muchos collares, pulseras y pendientes. En ocasiones se ciñen los brazos y los tobillos con gruesos filamentos de cobre. Hombres y mujeres por igual acostumbran alargarse los lóbulos de las orejas colgándose pesados pendientes y ornamentos de cuentas. También es habitual que decoren artísticamente sus cuerpos con una mezcla de sebo de vaca y ocre, mineral rojo que trituran hasta convertirlo en polvo fino.
La supervivencia de este pueblo depende de la salud y fortaleza de sus animales. El ganado provee de todas las necesidades a la tribu Masái: leche, sangre y carne para su dieta (producen una especie de yogur fermentando la leche con sangre de animal que es su principal alimento), cuero y pieles para su ropa, e incluso el excremento con el que recubren las chozas para impermeabilizarlas.
Los animales son tan importantes, que un hombre puede sentir mayor amor hacia sus bueyes que hacia su propia esposa. Esto resume el valor de la mujer y su papel en esta cultura.
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