Beatriz Jimenez de Santiago
Ganadora de la VI Edición
Modalidad Relato breve
Apenas faltaban unos minutos para finalizar la lección cuando irrumpieron en el aula tres hombres, para llevarse a la niña. Ni la profesora ni el resto de las alumnas hicieron movimiento alguno para impedir el secuestro. Ella tampoco se resistió ni pidió explicaciones; sabía quiénes eran y qué significaba aquello: habían cerrado el acuerdo.
Le obligaron a subir a un sucio coche negro. Sus compañeras de clase corrieron afuera para despedirse antes de que el auto arrancara. Algunas lloraban y otras lograron mantener la compostura, pero todas sentían una pena profunda por su amiga.
Priya echó un último vistazo a la escuela. Sabía que no iba a regresar.
Condujeron en silencio alrededor de una hora, alejándose de la tumultuosa ciudad. Los secuestradores no querían curiosos alrededor. Se detuvieron ante un edificio de una sola planta, sin ventanas y con la fachada descuidada. Tras apearse del coche, la escoltaron hacia la entrada.
El interior tenía una tenue iluminación, decoración sencilla y albergaba algunos rostros que ella logró identificar sin problema: sus padres, sus hermanos y tres amigos de la familia. Todos tenían los ojos fijos en ella, a la que sonreían. Al final los espectadores tendrían su final feliz.
-Preparadla -ordenó el padre de Priya a dos mujeres de la sala. Una de ellas era su madre.
Obedientes, se retiraron con la niña al único cuarto de aquel zulo. Una le trenzaba el pelo mientras la otra le tatuaba los brazos con henna, dibujándole símbolos de la fertilidad, el amor y la buena suerte. Le adornaron las orejas con pendientes y la cabeza con collares pesados. Tenían preparado un sari para la ocasión, de seda morada y azul con bordados dorados. Sin embargo, pese aquel seductor atrezo, se trataba de una menor cuya inocencia iba a ser ultrajada ante todos ellos, cómplices de crimen.
-No quiero -agarró con fuerza la mano de su madre, como quien se aferra a un salvavidas aun sabiendo que se va a ahogar.
Cuando le embriagó la tristeza y el rechazo hacia su futuro planificado por otros, trató de recordar por qué debía hacerlo. Por su familia, que pesarosamente había tenido que mantenerla durante once años junto a sus cinco hermanos menores. Había llegado la hora de liberar a sus padres de la carga que suponía tener una hija. También por ella misma, ya que en su cultura la máxima aspiración de una mujer era encontrar esposo para servirle y tener hijos con él. No había un futuro alternativo para aquella que no pudiera permitirse continuar los estudios, para todas las niñas que eran víctimas de la pobreza.
-Ya estás preparada, hija mía. Ha llegado el momento que siempre hemos querido para ti -. Su madre le soltó la mano y la escoltó hasta el salón principal.
Él la esperaba sentado en un sillón de terciopelo rojo. Era alto, delgado, moreno y veinticinco años mayor. Su aspecto no era atractivo ni tampoco agradable. Iba a convertirse en su esposa y estaría unida a él por el resto de su vida.
<<No quiero>> repetía interiormente Priya a cada paso que daba, aproximándose al funeral de su alma infantil. Ocultaba el miedo apretando los dientes y cerrando las manos en puños. <<Pero sé que no tengo otra opción>>.
Beatriz Jiménez de Santiago Ganadora de la VI edición www.excelencialiteraria.com
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